Sasse Crisis Del Ministerio Cristiano
Hermann Sasse (1968)
La Crisis del Ministerio Cristiano
Hermann Sasse – 1968
Cuando hablamos de la crisis del ministerio cristiano, es necesario que distingamos claramente
entre la crisis que pertenece a la naturaleza de nuestro oficio –y que es, por tanto, permanente– y la crisis que está condicionada por la situación de la iglesia en cierta época. Es esta última, la crisis del ministerio
cristiano y especialmente del ministerio en la iglesia luterana en esta parte final del siglo XX, lo que
tenemos en mente. No obstante, no podemos entenderla [a la crisis de este tiempo] sin echar una rápida
mirada a la crisis eterna que pertenece a la misma esencia del ministerio de la iglesia de Dios.
Parte 1
La naturaleza más profunda de esta crisis reside en el hecho que Dios siempre demanda de sus
siervos algo que, humanamente hablando, es imposible. Podemos mirar la lucha entre Dios y Moisés en los
primeros capítulos de Éxodo. ¿Por qué Moisés rechaza ir tras aquello que se le encarga? ¿Por qué elucubra toda clase de escusas, incluyendo el argumento no muy convincente del “¡Ay, Señor! nunca he sido hombre
de fácil palabra, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo, porque soy tardo en el habla y torpe de
lengua” (Éx 4:10)? Él se niega a ir porque lo que Dios demanda es “imposible”. Incluso si lograra atravesar
todas las barreras de la policía que lo buscaba por asesinato, de los cortesanos y de la guardia [del faraón],
y así lograra presentarse ante su majestad, el poderoso gobernante del Alto y Bajo Egipto, ¿acaso había
alguna posibilidad de que el faraón, que disfrutaba de honores divinos y que adoraba en sus propios
templos a los grandes dioses del cielo y de la tierra, accediera al pretendido requerimiento de un dios
desconocido que era adorado por algunos de sus esclavos “Deja ir a mi pueblo” (Éx 5:1)? Era imposible,
pero Moisés fue simplemente por la promesa de que el Señor estaría con él.
Como otro ejemplo del AT tomamos a Jeremías, el joven sacerdote a quien el Señor predestinó para
una tarea “imposible”. “Antes que te formara en el vientre, te conocí, y antes que nacieras, te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jer 1:5). La respuesta nuevamente es de rechazo: “¡Ah, ah, Señor Jehová! ¡Yo
no sé hablar, porque soy un muchacho!” (Jer 1:6). Pero Dios quiebra la resistencia con su poderoso
mandato, “Irás”, y con el consuelo de su Evangelio: “No temas… contigo estoy” (Jer 1:7‐8). Así un destino
particular está siendo cumplido. Un joven sacerdote cuya alma tierna no parece ser apropiada para tal carrera es arrojado al arena de la política internacional: “Mira que te he puesto en este día sobre naciones y
sobre reinos, para arrancar y destruir, para arruinar y derribar, para edificar y plantar” (Jer 1:10). Él hará
todo esto simplemente hablando las palabras que el Señor pone en su boca. La oposición que la palabra de Dios encuentra en el mundo se expresará en el odio con el que la gente a quien él [Jeremías] es enviado a
proclamar la destrucción venidera de Jerusalén lo tratará. La nación y sus líderes, sacerdotes y profetas le
causarán indecibles sufrimientos corporales y mentales. “¡Maldito el día en que nací!... ¿Para qué salí del
vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastaran en afrenta?” (Jer 20:14, 18). Uno de los misterios más profundos del ministerio de la palabra está contenido en estas impactantes palabras:
1
Crisis del Ministerio
Hermann Sasse (1968)
¡Me sedujiste, Jehová, y me dejé seducir! ¡Más fuerte fuiste que yo, y me venciste! ¡Cada día he sido
escarnecido, cada cual se burla de mí! Cuantas veces hablo, doy voces, grito: "¡Violencia y destrucción!", ...
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