sdasdasd
En 1786, Goethe realizó un viaje a Italia que cambió su vida:
"Este viaje maravilloso no responde al deseo de formarme falsas ideas sobre mí mismo, sino al de conocerme mejor. Cuando llegué aquí, no aspiraba a nada. Y ahora sólo persigo que nada siga siendo para mí un mero nombre, una simple palabra. Quiero ver y descubrir con mis propios ojos todo aquello que seconsidera bello, grandioso y venerable".
El viaje a Italia era entonces y siguió siendo durante mucho tiempo patra los alemanes (Goethe, Winckelman), los ingleses (Byron, Shelley, Ruskin, Keats) e incluso para los franceses (Stendhal), algo así como un viaje de iniciación, el encuentro con el gran arte, con las obras más hermosas realizadas por el hombre. Era, supongo, algo parecido quehasta la Segunda Guerra Mundial era el viaje a Europa, que todo norteamericano rico debía hacer al menos una vez en la vida, como se ve en muchas de las novelas y cuentos de Henry James.
Goethe, como Stendhal y Ruskin, no se limitó a contemplar todas las cosas dignas de verse en Italia, sino que se contagió e intentó comprender lo que veía, dejando a un lado los prejuicios del viajero que mirasólo por compromiso.
Siguiendo su lema "la acción lo es todo", Goethe aprendió a dibujar en Italia. De hecho, se fingió dibujante y mantuvo su verdadera identidad en secreto para librarse de sus admiradores: no sólo había iniciado años antes el movimiento romántico con Gotz, sino que lo había apuntalado definitivamente con la publicación del Werther, del que ya se muestra harto en su crónicaitaliana.
"Me pintará [Tischbein] a tamaño natural, como a un viajero: envuelto en una capa blanca, sentado al aire libre sobre un obelisco mientras contemplo las ruinas de la campiña romana"
En Roma vimos un libro con los dibujos de Goethe y no estaban mal, aunque Goethe se muestra en el Viaje casi siempre modesto respecto a sus capacidades como dibujante. En definitiva, Goethe, antestantas obras maestras quiso entender las verdaderas dificultades a las que se habían enfrentado los artistas y de nuevo aplicó otro de sus preceptos: "No hay que intentar ser como los griegos: hay que ser griegos".
El Viaje es un libro de más de quinientas páginas y ni Ana ni yo pudimos leerlo entero durante nuestro viaje. A veces casi nos lo disputábamos, adelantándonos el uno al otro paradegustar los placeres que Goethe nos deparaba.
El libro empieza con la salida de Goethe desde Alemania, pero nosotros saltamos directamente a su llegada a Roma y luego saltamos a su viaje a Nápoles cuando viajamos a Nápoles, y regresamos a Roma también con la segunda estancia de Goethe en Roma.
Demasiada belleza
Poco después de llegar a Roma, Goethe ya se da cuenta de que hay tantas cosas quever que es necesario contenerse para no saturarse:
"Si en otras ciudades hay que buscar los objetos dignos de interés, aquí estos nos acosasn y saturan. Luego llega la noche y uno está cansado de tanto mirar y admirar".
Y en otro momento dice:
"Así, por ejemplo, el Panteón, el Apolo del Belvedere, algunas cabezas colosales y, hace poco, la Capilla Sixtina, se han apoderado con tanta fuerzade mi alma, que apenas hay en ella sitio para nada más".
Nosotros también tuvimos que dejar muchas cosas por ver en esta visita: no teníamos sensibilidad suficiente para todas y no queríamos anegar una grandeza en otra mayor. No vimos ni siquiera la Capilla Sixtina, debido al pasmo que nos produjo la Basílica del Vaticano y su cúpula. Apenas paseamos por las ruinas del Foro, no visitamos lascatacumbas, ni la Vía Apia, ni el puerto de Ostia, ni la villa ni la Galería Borgese, y apenas nos detuvimos frente a algunas piezas de los Museos Capitolinos.
Goethe y los expertos
La manera de mirar de este curioso insaciable no es nunca la de un experto que intenta encajar lo que ve en teorías prefabricadas, sino que es una actitud casi ingénua, siempre dispuesto a aprender y a ser...
Regístrate para leer el documento completo.