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El conde se removía de un lado a otro con cierta inquietud entre las numerosas sábanas blancas sin poder conciliar el sueño. Una vez más contemplo el gran ventanal que se expandía a pocos metrossobre él dejando ver una noche realmente majestuosa, no obstante, una manada de gatos se encontraban reposando plácidamente sobre la barda que llevaba a la mansión. Los gatos, los cuales eranatraídos por el olor del estúpido de su mayordomo, habían decidido cantarle una serenata en plena madrugada siendo una música infernal para los delicados tímpanos del joven de cabellera azulada, en un actode desesperación tomo una de las almohadas presionándolas con fuerzas en sus oídos más fue inútil los sonidos seguían siendo igual de potentes.

—¿Pasa algo malo Joven Amo? —La grave y aterciopeladavoz de su tan conocido mayordomo provoco que Ciel levantara la mirada.

Como siempre, el impecable aspecto de Sebastian Michaelis, se encontraba totalmente erguido en el umbral de la puerta, sepodía admirar su rostro perfilado a causa de la vela que reposaba entre sus manos, a pesar de que eran altas horas de la noche aquel demonio mostraba toda la elegancia portando los típicos ropajes quedictaban su labor. Sebastian se acercó con lentitud dejando aquella fuente de luz en uno de los de buros, permitiendo de esa manera que toda la habitación fuera alumbrada por la cálida luz de la vela.—Tus estúpidos gatos no me dejan dormir. —Murmuró con frustración el más pequeño al mismo tiempo que frotaba con brusquedad su único orbe visible.
—¿Estúpidos? —El demonio se llevó una de susmanos al pecho — Son los animales más delicados y hermosos, tienen una agilidad realmente sorprendente y una inteligencia sobrecogedora…—Antes de que este pudiese continuar Ciel lo interrumpió, harto delos muy conocidos discursos de Sebastian.
—Aun así, son insoportables. —Su carácter en aquel momento no era el mejor del mundo— Espero que para mañana esos gatos no estén en mi vista, Sebastian....