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Excepto los que se lucran de la guerra, todos los demás queremos la paz. En eso hay consenso. La pregunta fundamental es ¿Cuándo y cómo hacer un proceso de negociación para alcanzarla?

Y aquí escuando aparecen las dudas. Dos elementos son fundamentales para sentirlas. Las condiciones para comenzar los diálogos y el tema del narcotráfico. El apoyo y la retaguardia ideológica que proporcionantanto Venezuela como Cuba fortalecen a las Farc.

El hecho de que la guerrilla siga recibiendo del narcotráfico y de la minería ilegal sumas astronómicas, acrecientan la incertidumbre y los riesgosde la negociación. El resultado, entonces, será incierto.

El diálogo per se le representa, de entrada, ventajas a las Farc, pues las legitima.

Si además de eso, el Gobierno entrará a discutir conellas temas distintos a la desmovilización, el resultado es doblemente negativo.

Se estarían legitimando las acciones violentas como instrumento para obtener ventajas y reconocimiento político. Yel mensaje es obvio: si no se logra el fin del conflicto, queda demostrado que las armas sirven para negociar y obtener beneficios. Se incentiva el uso de las armas para hacer política.

Si bien enesta ocasión la agenda es “más corta” que la que se llevó al Caguán, también es cierto que ahora el Gobierno de Santos va más allá.

Ahora, escoger a Cuba como sede de las negociaciones y aVenezuela como garante no da garantías al proceso. Y la razón es simple: ambos países han propiciado la violencia política y violado flagrantemente el principio de no intervención en los asuntos de otrosEstados.

El reconocido carácter marxista de sus gobiernos ha tenido en el pasado apoyos abiertos a las guerrillas y eso se hace más cruel y es una mala ironía para los colombianos.

El que semantenga la negativa por parte de las Farc a un cese el fuego unilateral resulta menos que absurdo. No tener control sobre los grupos armados ilegales, en sitios establecidos y con verificación, lo que...