Se murió la Bruja
Guillermina Bravo dejó ayer su envoltura mortal, pero la otra, la perdurable, la envolvía ya desde hace muchos años. Y muy poco podemos añadir a su larga yprolífica historia de vida.
No puedo contarme entre los muchos que trabajaron realmente cerca de ella y gozaron y sufrieron sus desplantes, iluminaciones o hechicerías. Mi contacto con ella fue más biende corta, pero muy intensa duración, y como sucede cuando te acercas a alguien así de grande, la fuerza de atracción y rechazo es tremenda y arrastra todo y a todos los que se le acercan, por la razónque sea. Las fuerzas de la naturaleza son así: crueles, poderosas, insondables.
Yo, primero que nada, le debo estar y ser en la danza, por buenas y malas razones.
De la buena, la mejor: porquecuando asistí - por cosas del azar – por vez primera en mi vida al Palacio de Bellas Artes a la celebración de los 25 años del Ballet Nacional de México, mi existencia dió un vuelco definitivo y me viarrojado a los abismos de la pasión desmedida. Calando en lo más hondo de mi persona, el destino llegó a mí como el amor que te avasalla en la forma cambiante de los cuerpos, de la música, de las luces yel movimiento todo. Sin saberlo conscientemente, mi vocación se reveló ante mí en el Melodrama para dos hombres y una mujer, en el Juego de Pelota, en el Homenaje a Cervantes. Igual que lacoreografía Acto de Amor, nació lo que ya estaba allí esperando a ser descubierto, la semilla de lo que soy, un bailarín en busca de su amada: la Danza.
Si la Bruja no hubiera estado con su magia ese día enBellas Artes, estoy seguro me la hubiera topado en otro momento, en otro lugar. Como las Moiras, Guillermina tejió y destejió la vida de incontables individuos, arrastrados por esa marea incontenible...
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