Se necesita una vida
ron 10s ojos. Oh, un POCO, muy poco. Era como si
quisiera mirar escondida detris de sus largas pes-
taiias.
A la llama de 10s altos cirios,cuantos la velaban
se inclinaron, entonces, para observar la limpbeza y
la transparencia de aquella franja de pupila que la
muerte no habia logrado empaiiar. Respetuosamen-
te maravillados seinclinaban, sin saber que Ella 10s
veia.
Porque Ella veia, sentia. Y es asi como se ve inm6vi1, tendida boca arriba
.en el amplio lecho revestido ahora de las sibanas
bordadas, perf umadas deespliego,-que 3e guardan
siempre bajo Ilave-y se ve envuelta en aquel bat&
de raso Manco que solia volverla tan grkil.
Levemente cruzadas sobre el pecho y oprimiendo
un crucifijo, visfumbra susmanos; sus manos que
han adquirido la delicadeza frivola de dos palomas
sosegadas.
Ya no le incomoda bajo la nuca esa espesa mata
de pelo que durante su enfermedad se iba volviendo,
minutopor minuto, m6s hGmeda y mis pesada.
Consiguieron, a1 fin, desenmaraiiarla, aIisarIa, di-
vidirla sobre la frente.
Han descuidado, es cierto, recogerla.
Pero ella no ignora que la masa sombriade una
cabellera desplegada presta a toda mujer extendida
y durmiendo un ceiio de misterio, un perturbador
encan to.
Y de golpe se siente sin una sola arruga, pilida y
bella como nunca.
..LA AiMORTA JADA 7
La invade una inmensa alegria, que puedan admi-
rarla asi, 10s que ya no la recordaban sino devorada
,por fiitiles inquietudes, marchita por algunas penas
y el aire cortantede la hacienda.
&ora que la saben muerta, alli estin rodeindola
todos.
Est6 su hija, aquella rnuchacha dorada y eliistica,
orgullosa de sus veinte aiios, que sonreia burlona
cuando su madrepretendia, mientras le ensefiaba
viejos retratos, que tambikn elIa habia sido elegante
y graciosa. Est6n sus hijos, que parecian no querer
reconocerle ya ningiin derecho a vivir, sus hijos, a...
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