Secuelas De Destrucción
Presa del delirio, con la cara hinchada y ardiente de tanto llorar, con sangre en sus heridas autoprovocadascoagulándose en su piel y chorreando el puso, observó sus desnudas piernas, los no tan viejos pero pútridos cortes amarilo-verdosos, los queloides violáceos de años atrás y las casi imperceptibles cicatricesblancas, recuerdo de su más temprana pubertad, bañadas por el fresco carmesí de la sangre que recién conocía el aire.
´ Vacío el botiquín, se derrumbó en el piso y notó que aún había partes de sucuerpo que no conocían el dolor. Tenía que terminar con eso, los monstruos que habitaban en su interior ya la habían hecho sufrir suficiente, era su turno. Tomó una de las gilletes que un rato antes habíadejado en el piso y prosiguió con su ritual de automutilación. Las lágrimas y la sangre emanando en cantidades exageradas por su cuerpo, o quizás el efecto de alguno de los químicosque consumió laestaban deshidratando. Se arrastró hacia la heladera y como pudo se valió de una caja de vino tinto para remojar sus labios.
Las lágrimas bajaban con menos frecuencia, las drogas y el dolor físico ladistraían de aratos de todo aquello que estaba pasando. Era tiempo, tenía que dar el paso final. Se dio cuenta que todo lo que estaba haciendo era inútil, se imaginó despertando meses después en lacamilla de algún hospital, prestó atención a los no muy distantes ruidos de la enorme avenida que pasaba a menos de una cuadra de allí.
Descalza sobre el asfalto, dejando un rastro de pequeñas...
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