Secuencia Sociales
La enseñanza del pasado reciente. Hacer memoria y escribir la historia
en el aula
Sandra Raggio1
Introducción
“Cualquier posible debate sobre ideales educativos resulta vano e indiferente en
comparación con esto: que Auschwitz no se repita”1 Cuando una sociedad es atravesada por una experiencia límite, como la sucedida en la Argentina con la
implantación del terrorismo de estado, los fundamentos de la educación deben verse
conmovidos. Ante la pregunta de cómo pudo haber sucedido una experiencia
aberrante como ésta, una mirada atenta al sistema educativo es tarea ineludible. No sólo para dilucidar, por lo menos, la impotencia del mismo ante un desenlace histórico
fatal, sino también sobre el rol que hoy debe jugar la escuela para desarmar esas
condiciones que lo hicieron posible. Que se convierta en el espacio privilegiado de
transmisión de las experiencias pasadas, ya sea desde la memoria, a través de las conmemoraciones, como de la historia, a partir de su enseñanza, parece ser una idea
generalizada.
Este énfasis puesto en la necesidad de la memoria de las violaciones a los derechos
humanos, como un paso imprescindible para hacer justicia con el pasado, surge
precisamente de la naturaleza y la forma en que se perpetraron los crímenes. El estado
terrorista estableció una “política de la memoria” con la clandestinización de la represión y el ocultamiento del cuerpo mediante su desaparición. Así el primer acto de
resistencia consistió precisamente en la denuncia desesperada. Entonces “se puede
comprender fácilmente por qué la memoria se ha visto revestida de tanto prestigio a
ojos de todos los enemigos del totalitarismo, por qué todo acto de reminiscencia, por humilde que fuese, ha sido asociado con la resistencia antitotalitaria”2
Pero además el acto de la desaparición, incorpora otra dimensión en ese mandato de
la memoria que es la restitución simbólica de lo que fue negado, no sólo el crimen sino
también, y sobre todo, las víctimas. Decía Jorge Rafael Videla en relación a los
desaparecidos “no tiene entidad, no está muerto ni vivo”. No existen. El exterminio
para ser plenamente exitoso requiere de este doble crimen: el asesinato y la
desaparición. Matar la muerte.3 Las políticas de la memoria pretenden restituir lo
negado.
I. El pasado en guardapolvo
Lugar de encuentro intergeneracional, territorio usado para la creación y perpetuación
de la tradición y la identidad nacional, institución clave en el proceso de socialización
1Centro de Investigaciones Sociohistóricas (CISH) ‐ Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
(FAHCE)– Universidad Nacional de La Plata (UNLP) – Argentina
Página | 1
de los futuros ciudadanos, en fin, por múltiples y muy diferentes razones la escuela
parece ser ‐y ha sido‐4 estación obligada de la memoria.
Como Jorge Saab señala, la inclusión de la Historia como una de las asignaturas a
enseñar por la escuela “respondió al propósito de construir desde el estado una
conciencia identitaria en torno a la idea de nación devenida estado en pleno proceso
de consolidación. Se articuló así un discurso genealógico: la historia de la nación, relato épico, pletórico de actos heroicos cuya conclusión es la nación encarnada en el
estado y sus administradores, los herederos naturales que expresan la continuidad
entre pasado y presente. La historia enseñada se configuró así como memoria, pero
una memoria concebida como cuestión de estado”5
Sin dudas, la experiencia de la dictadura militar generó, entre otras terribles y
devastadoras, una ...
Regístrate para leer el documento completo.