secundaria

Páginas: 6 (1460 palabras) Publicado: 22 de mayo de 2014
He querido suplicárselo de rodillas pero no lo encontré en casa» «No loencontrará nunca», dijo Abrenuncio. «Las voces que le llegaron es que ustedtrató de abusar de la niña. Y ahora veo que desde el punto de vista de uncristiano no le falta razón». Lo miró a los ojos: «¿No teme condenarse?»«Creo que ya lo estoy, pero no por el Espíritu Santo», dijo Delaura sin alarma.«Siempre he creído que éltoma más en cuenta el amor que Abrenuncio nopudo ocultar la admiración que le causaba aquel hombre recién liberadode las r servidumbres de la razón. Pero no le hizo promesas falsas, y menoscuando estaba de por medio el Santo Oficio.«Ustedes tienen una religión de la muerte que les infunde el valor y la dichapara enfrentarla», le dijo. «Yo no: creo que lo único esencial es estar vivo».Cayetano corrióal convento. Entró a pleno día por la puerta del servicio yatravesó el jardín sin precaución alguna convencido de ser invisible por elpoder de la oración. Subió al segundo piso, atravesó un corredor solitario detechos muy bajos que comunicaba los dos cuerpos del convento, y entró enel mundo silente y enrarecido de las enterradas vivas. Sin saberlo, habíapasado frente a la nueva celda donde SiervaMaría lloraba por él.Estaba a punto de alcanzar el pabellón de la cárcel cuando lo frenó un gritoa sus espaldas«Creo que ya lo estoy, pero no por el Espíritu Santo», dijo Delaura sin alarma.«Siempre he creído que él toma más en cuenta el amor que Abrenuncio nopudo ocultar la admiración que le causaba aquel hombre recién liberadode las r servidumbres de la razón. Pero no le hizo promesas falsas, ymenoscuando estaba de por medio el Santo Oficio.«Ustedes tienen una religión de la muerte que les infunde el valor y la dichapara enfrentarla», le dijo. «Yo no: creo que lo único esencial es estar vivo».Cayetano corrió al convento. Entró a pleno día por la puerta del servicio yatravesó el jardín sin precaución alguna convencido de ser invisible por elpoder de la oración. Subió al segundo piso,atravesó un corredor solitario detechos muy bajos que comunicaba los dos cuerpos del convento, y entró enel mundo silente y enrarecido de las enterradas vivas. Sin saberlo, habíapasado frente a la nueva celda donde Sierva María lloraba por él.Estaba a punto de alcanzar el pabellón de la cárcel cuando lo frenó un gritoa sus espaldas«Creo que ya lo estoy, pero no por el Espíritu Santo», dijo Delaurasin alarma.«Siempre he creído que él toma más en cuenta el amor que Abrenuncio nopudo ocultar la admiración que le causaba aquel hombre recién liberadode las r servidumbres de la razón. Pero no le hizo promesas falsas, y menoscuando estaba de por medio el Santo Oficio.«Ustedes tienen una religión de la muerte que les infunde el valor y la dichapara enfrentarla», le dijo. «Yo no: creo que lo únicoesencial es estar vivo».Cayetano corrió al convento. Entró a pleno día por la puerta del servicio yatravesó el jardín sin precaución alguna convencido de ser invisible por elpoder de la oración. Subió al segundo piso, atravesó un corredor solitario detechos muy bajos que comunicaba los dos cuerpos del convento, y entró enel mundo silente y enrarecido de las enterradas vivas. Sin saberlo, habíapasadofrente a la nueva celda donde Sierva María lloraba por él.Estaba a punto de alcanzar el pabellón de la cárcel cuando lo frenó un gritoa sus espaldas«Creo que ya lo estoy, pero no por el Espíritu Santo», dijo Delaura sin alarma.«Siempre he creído que él toma más en cuenta el amor que Abrenuncio nopudo ocultar la admiración que le causaba aquel hombre recién liberadode las r servidumbres de larazón. Pero no le hizo promesas falsas, y menoscuando estaba de por medio el Santo Oficio.«Ustedes tienen una religión de la muerte que les infunde el valor y la dichapara enfrentarla», le dijo. «Yo no: creo que lo único esencial es estar vivo».Cayetano corrió al convento. Entró a pleno día por la puerta del servicio yatravesó el jardín sin precaución alguna convencido de ser invisible por elpoder...
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