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Un juez iba a liberar a un preso de la cárcel, por lo que hizo pasar a uno por uno a una audiencia con él, para ver quién merecía ser liberado. Al preguntar al primero por qué estaba allí, este dijo:
–Estoy aquí porque me calumniaron y me acusaron injustamente.
Llamó al segundo y este contestó:
–Yo estoy aquí porque dicen que robé. Pero es mentira.
De esta forma todos los presos fueronpasando, y se declaraban inocentes. Hasta que llegó el último, quien dijo:
–Aquí estoy porque maté a un hombre. Ese hombre abusó de una hija mía y perdí el control. Por eso, lo maté. Pero hoy me doy cuenta de que lo que hice estuvo mal y estoy muy arrepentido.
El juez se levantó y dijo:
–Voy a liberar a este último preso.
Todos se quedaron perplejos y dijeron:
–¿Pero por qué usted va a liberarlo? ¿Nove que se trata de un asesino confeso?
El juez contestó:
–El castigo es para los que esconden sus faltas. La misericordia, para los que reconocen sus faltas y se arrepienten.




El niño tenía once años. Era estudioso, bueno y cariñoso con sus padres. Pero le daba vueltas a algo en la cabeza. Su padre trabajaba mucho, ganaba bien y estaba todo el día en sus negocios. Todos lo admirabanporque "tenía un buen puesto".
Cierto día el niño esperó a su padre, sin dormirse, y cuando llegó a casa, le llamó desde la cama:
– Papá –le dijo–, ¿cuánto ganas cada hora?
– Hijo, no sé, bastante. Pon, si quieres, dos mil pesetas. ¿Por qué?
– Quería saberlo.
– Bueno, duerme.
Al día siguiente, el niño comenzó a pedir dinero a su mamá, a sus tíos, a sus abuelos. En una semanatenía mil quinientas pesetas. Y al regresar otro día, de noche, su padre, le volvió a llamar el niño:
– Papá, dame quinientas pesetas que me hacen falta para una cosa muy importante...
– ¿Muy importante, muy importante? Tómalas y duerme.
– No, papá, espera. Mira. Tengo dos mil pesetas. Tómalas. ¡Te compro una hora! Tengo ganas de estar contigo. De hablar contigo. A veces me siento muy solo. Y tengoenvidia de otros chicos que hablan con su padre...

Fermín de Mieza



De pronto dejó de tener pesadillas y se sintió aliviado; habían llegado ya a ser una proyección obsesiva en las paredes de su alcoba.
Descansando tranquilo en su sillón de lectura, el criado le anunció que quería verlo el señor de arriba. Como para la visita de un vecino no debe haber dilaciones que valgan, le hizopasar y escuchó su incumbencia:
–Vengo porque me ha traspasado usted sus sueños.
–¿Y en qué lo ha podido notar?
–Como vecinos antiguos que somos, sé de sus costumbres, de sus manías y sobre todo sé su nombre, el nombre titular de los sueños que me agobian a mí, que no solía soñar...
Aparecen paisajes, señoras, niños; sí, también niños, con los que nunca tuve que ver...
–¿Pero cómo ha podido pasaresto?
–Indudablemente, como los sueños suben hacia arriba como el humo, han ascendido a mi alcoba, que está encima de la suya...
–¿Y qué cree usted que podemos hacer?
–Pues cambiar de piso durante unos días y ver si vuelven a usted sus sueños.
Le pareció justo; cambiaron y, a los pocos días, los sueños habían vuelto a su legítimo dueño.


De Ramón Gómez de la Serna(Español. 1888-1963)




Resulta que dos negros estaban dormitando en las laderas del Mississippi. Uno de los dos se desperezó, bostezó, suspiró y dijo:
– Cómo me gustaría tener un millón de sandías, jugosas, sabrosas, grandes como las frutas del paraíso.
El otro negro preguntó:
– Robert, si tuvieras un millón de sandías así, ¿me darías la mitad?
– ¡No!
– ¿No? ¿No me darías uncuarto?
– No, no te daría un cuarto.
– Robert, si tuvieras ese millón de sandías, ¿no me darías, al menos, diez?
– No, ni diez.
– ¿No me darías siquiera una sandía, a mí que soy tu mejor amigo?
– No, ni una sola.
– Mira, Samuel, si tuviera tantas sandías, no te daría siquiera una sola tajada de sandía, por más que me lo rogaras todo el día.
– Pero, ¿por qué, Robert?
– Porque eres demasiado...