Selfdestruction

Páginas: 62 (15273 palabras) Publicado: 24 de octubre de 2012
EL HOMBRE DEL COHETE
Ray Bradbury

Las luciérnagas eléctricas giraban alrededor de la cabeza de mamá iluminándole el camino. En el umbral de su alcoba mamá se detuvo y se volvió hacia mí. Yo atravesaba el pasillo silencioso.
-Me ayudarás, ¿no es cierto? No quiero que se vaya otra vez.
-Haré lo posible -le dije.
-Por favor. -Las luciérnagas lanzaban unas móviles lucecitas sobre el rostropálido-. No puede volver a irse.
-Bueno -dije, deteniéndome un momento-. Pero todo será inútil.
Mamá se fue y las luciérnagas volaron detrás, recorriendo sus circuitos eléctricos, como una constelación errante, enseñándole el camino entre las sombras. Aún oí que decía, débilmente:
-Hay que intentarlo.
Otras luciérnagas me siguieron a mi cuarto. Cuando el peso de mi cuerpo cortó el circuito en elinterior de la cama, las luciérnagas se apagaron. Era medianoche, y mamá y yo esperamos en nuestros cuartos, en nuestras camas, separados por la oscuridad. La cama me acunó, cantando suavemente. Toqué una llave. El canto y el balanceo cesaron.
Yo no quería dormirme. No, de ningún modo. Esa noche no era distinta de otras muchas noches. Nos despertábamos y sentíamos que el aire fresco se calentaba,sentíamos el fuego en el viento, o veíamos que las paredes se encendían unos segundos, con un brillante color, y sabíamos entonces que su cohete pasaba sobre la casa... Su cohete, y los robles se balanceaban a su paso. Yo seguía acostado con los ojos abiertos, y el corazón palpitante; y mamá seguía en su alcoba. Su voz llegaba hasta mí a través de la radio.
-¿Sentiste?
Y yo le respondía:
-Sí,era él.
Era la nave de papá, que pasaba sobre el pueblo, un pueblo pequeño adonde nunca venían los cohetes del espacio. Mamá y yo nos quedábamos despiertos las próximas dos horas pensando: «Ahora papá aterriza en Springfield; ahora camina por la pista; ahora firma los papeles; ahora sube al helicóptero; ahora pasa sobre el río; ahora sobre las colinas; ahora el helicóptero desciende en elaeropuerto de Green Village, aquí...» Y había pasado la mitad de la noche, y mamá y yo, desde nuestras frescas camas, escuchábamos, escuchábamos. «Ahora camina por la calle Bell, siempre camina... nunca toma un coche... Ahora cruza el parque, ahora dobla en la esquina de Oakhurst y ahora...»
Me incorporé en la cama. Allá abajo, en la calle, cada vez más cerca, vivos, rápidos, decididos... unos pasos.Ahora ante nuestra casa; en los escalones del porche. Y los dos, mamá y yo, sonreímos en la oscuridad al oír la puerta de entrada, que se abre al reconocerlo, y lo saluda, y se cierra, allá abajo...
Tres horas más tarde hice girar suavemente el pestillo del dormitorio de mis padres, reteniendo el aliento, en medio de una oscuridad tan inmensa como el espacio que separa los planetas, con la manoextendida hacia esa valijita negra abandonada a los pies de la cama. La tomé y corrí a mi cuarto, pensando: «No quiere hablarme de eso. No quiere que yo sepa.»
Y de la valija salió el uniforme oscuro, como una nebulosa oscura, con algunas estrellas brillantes, aquí y allá, desparramadas sobre la tela. Apreté el traje negro entre las manos febriles y respiré el olor del planeta Marte, un olor dehierro, y del planeta Venus, un olor de hiedra verde, y del planeta Mercurio, un aroma de azufre y fuego. Y pude sentir el olor de la luna blanca como la leche y la dureza de las estrellas. Metí el uniforme en una máquina centrífuga que había construido ese año en mi taller del colegio y la hice girar.
Pronto un polvo fino se precipitó en la retorta. Puse el polvo bajo la lente de un microscopio, ymientras mis padres dormían confiadamente, y mientras la casa dormitaba con todos sus hornos, sus servidores y robots automáticos sumergidos en una modorra eléctrica, yo examiné atentamente las motas brillantes del polvo de los meteoros, de la cola de los cometas y del lejano planeta Júpiter. Y esas partículas de polvo eran como mundos que me atraían a través del microscopio, a través de un...
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