Selva Críptica. Cuento.

Selva críptica.

El crepúsculo se acentuaba. Las ondas de luz provenientes del Sol se
disipaban en la atmósfera, dando como resultado un rojo-anaranjado bermellón
que se mezclaba con el añil queprovenía del oriente. El cielo emanaba
magnificencia, pero el pueblo bajo sus pies le hacía contraste.
Un pueblo no registrado en el mapa, junto a un río gris y tranquilo en medio de
la selva húmeda,donde las familias más pudientes construían sus casas con
madera llena de moho y las menos favorecidas se conformaban con pequeños
retazos de tela, plástico o, con suerte, pedazos de zinc que traíaconsigo el río.
Un sendero de tierra a la mitad del pueblo hacía las veces de autopista; era la
única “vía” –si así podría denominarse– que existía en aquel aislado sitio. Ese
pequeño trayecto, en lugar deestar repleto de automóviles, se encontraba
rebosante de desechos que, por supuesta higiene y respeto a la naturaleza, no
echaban al, ya contaminado, río; como los pañales improvisados en hoja depalma para los bebés, las prendas íntimas que ya estaban podridas y
deshiladas y los electrodomésticos que nunca sirvieron, e incluso, se
observaban cadáveres de perros colmados de moscas y colonizadospor
gusanos.
Era un pueblo mísero. Sus habitantes vestían camisetas descoloridas,
bermudas rotas y chanclas improvisadas hechas de arcilla y hoja de fique; es
más, en algunos, el pudor ya habíadesaparecido por completo, debido a que
su única indumentaria era la piel morena con la que habían nacido. La
desesperación y la depresión se sentían a flor de piel. El silencio era el himno
del lugar y elagua y la comida eran el más grande afán; ya que ni el barro ni el
agua con mercurio del río alimentaban en absoluto.
Don Joaquín Redondo, un pescador que visitaba cada quince días el pueblo
para traerla comida que sobraba en la capital, le informó a la comunidad que
durante sus últimos recorridos, pequeños grupos de personas, que no pasaban
de seis integrantes, llamaban su atención gritando una...