Septima Palabra
“PADRE, EN TUS MANOS PONGO MI ESPÍRITU (Luc. 23,46)
Y el que había temido al pecado, y había gritado: “¿Por qué me has abandonado?”, no tiene miedo en absoluto a la muerte, porque sabe que le espera el amor infinito de Su Padre.
Durante tres años se lanzó por los caminos y por las sinagogas, por las ciudades y por las montañas, para gritar y proclamar que Aquel, a quien en lahistoria de Israel se le llamaba “El”, “Elohim”, “El Eterno”, “El sin nombre”, sin dejar de ser aquello, era Su Padre. Y también, nuestro Padre.
Y el hecho de que tenga seis mil millones de hijos en el mundo, eso no impide que a cada uno de nosotros nos mime y nos cuide como a un hijo único.
Y, salvadas todas las distancias, también nosotros podemos decir, lo mismo que Jesús: “Dios es miPadre”, “los designios de mi Padre”, “la voluntad de mi Padre”.
Y si es cierto que es un Padre Todopoderoso, también es cierto que lo es todo cariñoso. Y en las mismas manos que sostiene el mundo, en esas mismas manos lleva escrito nuestro nombre, mi nombre.
Y, a veces, cuando la gente dice: “Yo estoy solo en el mundo”, “a mi nadie me quiere”, El, el padre del Cielo, responde: “No. Eso no escierto. Yo siempre estoy contigo”.
Hay que vivir con la alegre noticia de que Dios es el Padre que cuida de nosotros. Y, aunque a veces sus caminos sean incomprensibles, tener la seguridad de que El sabe mejor que nosotros lo que hace. Hay que amar a Dios, sí. Pero también hay que dejarse amar y querer por Dios.
En las manos de ese Padre que Jesús conocía y amaba tan entrañablemente, es donde Elpuso su espíritu.
“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23, 46)
En los otros tres evangelios, Jesús muere inclinando la cabeza o dando un fuerte grito. San Lucas pone esta frase del salmo 31 en labios de Jesús moribundo. No sólo es una oración o una recitación de las Escrituras. Es la entrega de la vida a las manos de Dios. En realidad, el hombre nunca está solo, pues las manosde Dios están siempre atentas para recogernos aun cuando ya nadie nos quiera: si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá, dice otro salmo. San Pablo nos dirá después que siempre somos de Dios, que en la vida y en la muerte somos del Señor. Muchas veces hay que pasarlo mal y sufrir, padecer el rechazo de los otros y los efectos de la soledad, de la enfermedad... pero Dios está siempreahí para llevarnos con sus manos. Felices son los que ya en esta vida, como Jesús, como Carlos de Foucauld, saben abandonarse en las manos de Dios y le dicen: “Padre, me pongo en tus manos”.
CONCLUSIÓN
Dios de bondad y de misericordia: Meditar en las palabras de Jesús desde la cruz supone meditar en la personalidad orante y misericordiosa de tu Hijo. Que su ejemplo de total dependencia de Tiy de donación sin límites por amor, nos ayude a ser cada vez más conscientes de que sólo en Ti podemos encontrar la plenitud de nuestra vida; de que sólo en Ti hallaremos la felicidad que el hombre se afana en alcanzar. Por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". (San Lucas 23, 46)Jesús muere con serenidad, con paz, su oración es de confianza en Dios. Se abandona en las manos de su Padre.
Estas palabras nos hacen pensar que debemos de cuidar nuestra alma, no sólo nuestro cuerpo. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Devolvió su espíritu a su Padre no con grito de rebelión sino con un grito triunfante. Nadie nos puede quitar nuestro espíritu. Es importante recordar cual esnuestro destino en al vida para no equivocarnos de camino a seguir. Jesús nunca perdió de vista su meta a seguir. Sacrificó todo para alcanzarla. Lo más importante en la vida es la salvación de nuestras almas.
CAPÍTULO XX
El primer fruto que ha de ser cosechado de la consideración de la séptima Palabra
dicha por Cristo en la Cruz
De acuerdo a la práctica que hasta ahora hemos seguido,...
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