serie 56
En todo tiempo, la verdadera y perenne «novedad de las cosas» viene de la infinita potencia divina: «He aquí que hago nuevas todaslas cosas» (Ap 21, 5). Estas palabras se refieren al cumplimiento de la historia, cuando Cristo entregará «el reino a Dios Padre..., para que Dios sea todo entodas las cosas» (1 Co 15, 24. 28). Pero el cristiano sabe que la novedad, que esperamos en su plenitud a la vuelta del Señor, está presente ya desde la creacióndel mundo, y precisamente desde que Dios se ha hecho hombre en Cristo Jesús y con él y por él ha hecho «una nueva creación» (2 Co 5, 17; Ga 6, 15).
Alconcluir esta encíclica doy gracias de nuevo a Dios omnipotente, porque ha dado a su Iglesia la luz y la fuerza de acompañar al hombre en el camino terreno hacia eldestino eterno. También en el tercer milenio la Iglesia será fiel en asumir el camino del hombre, consciente de que no peregrina sola, sino con Cristo, su Señor. Esél quien ha asumido el camino del hombre y lo guía, incluso cuando éste no se da cuenta.
Que María, la Madre del Redentor, la cual permanece junto a Cristoen su camino hacia los hombres y con los hombres, y que precede a la Iglesia en la peregrinación de la fe, acompañe con materna intercesión a la humanidad haciael próximo milenio, con fidelidad a Jesucristo, nuestro Señor, que «es el mismo ayer y hoy y lo será por siempre» (cf. Hb 13, 8), en cuyo nombre os bendigo atodos de corazón.
Dado en Roma, junto a san Pedro, el día 1 de mayo —fiesta de san José obrero— del año 1991, décimo tercero de pontificado.
IOANNES PAULUS
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