Serpiente Clive Cussler

Páginas: 510 (127308 palabras) Publicado: 2 de agosto de 2015
En diversas partes del mundo se producen misteriosos asesinatos de arqueólogos. Todaslas víctimas tienen un elemento en común: en el momento de los crímenes estabanreuniendo asombrosas pruebas de que Colón no fue el primer europeo en pisar las tierrasdel Nuevo Mundo. Sin embargo, no se trata de acciones aisladas de maníacos u obsesos.Muy al contrario, detrás de estos asesinatos hay unaorquestada campaña que buscaprovocar un terrible conflicto bélico. Y sólo los investigadores de la NUMA, con la ayuda deuna joven y bella científica, podrán impedir que el siniestro complot se consume.Ambientada en Marruecos, México y EE.UU., esta nueva novela de Clive Cussler, autor de15 bestsellers consecutivos, deja a los lectores sin aliento, y no precisamente por hacersubmarinismo… Una aventura noapta para cardíacos. PRÓLOGO

25 de julio de 1956Sur de la isla de Nantucket

El barco asomó de repente, como surgido de las profundidades marinas, deslizándose cualfantasma sobre el lecho de luz plateada proyectada por la luna llena. Las portillas de los costadosbrillaban con sus luces mientras la proa, afilada y altiva, sesgaba como un estilete las calmadasaguasen dirección este.Arriba, en la oscuridad del puente de mando del trasatlántico sueco-americano Stockholm, a sietehoras y 130 millas al este de Nueva York, Gunnar Nillson, segundo oficial de a bordo, escudriñabael océano. Las grandes ventanas rectangulares de la cabina de mando le ofrecían una vista hasta elhorizonte. El mar estaba sereno. La temperatura era de 21 grados, un cambio agradable conrespectoal aire húmedo y denso que había pesado sobre el Stockholm esa mañana, cuando se alejaba delamarradero de la calle Cincuenta y siete en dirección al río Hudson. Restos del cielo encapotadopasaban, como jirones de algodón, frente a la luna.Nillson desvió la mirada hacia babor, donde la delgada línea del horizonte se perdía en unaoscuridad brumosa que velaba las estrellas y fundía el cielocon el mar.Por un instante le sobrecogió la imagen del vasto vacío todavía por cruzar. Era una sensaciónfrecuente entre los marinos, y le habría durado más de no ser por aquel hormigueo en las plantas delos pies. La potencia producida por los dos motores de 14.600 caballos parecía atravesar la sala demáquinas y penetrarle el cuerpo, que movía levemente para adaptarse al balanceo. El pavor ylaadmiración dieron paso a la sensación de omnipotencia que le producía el hecho de hallarse almando de un trasatlántico que cruzaba el océano a toda máquina.Con 160 metros de eslora y 21 metros de bao, el Stockholm era un trasatlántico pequeño. Contodo, se trataba de un barco especial, elegante como un yate, de líneas modernas que se deslizabanpor el castillo de proa hasta morir en una popa tan redondacomo una copa de vino. Con excepciónde la chimenea amarilla, el casco era enteramente blanco. A Nillson le encantaba estar al mando. Unsimple chasquido de sus dedos y los tres tripulantes de guardia se cuadrarían prestos a recibirórdenes. Un ligero golpe de palanca y los timbres empezarían a sonar poniendo en situación de alertaa toda la tripulación.Sonrió, consciente de su soberbia. Sus cuatrohoras de guardia se componían, básicamente, detareas rutinarias destinadas a mantener el barco en una línea imaginaria que había de llevarles hastaun punto imaginario próximo al buque faro que delimitaba los traidores bajíos de Nantucket. Allí, elStockholm giraría hacia el noreste y, tras dejar atrás la isla Sable, cruzaría el Atlántico con sus 534pasajeros hasta el norte de Escocia y, finalmente, elpuerto de Copenhague.Aunque tenía veintiocho años y sólo llevaba tres meses en el Stockholm, Nillson había tratadocon barcos desde que aprendió a caminar. De adolescente había trabajado en las embarcaciones dearenque del mar Báltico y, más tarde, en una gran compañía naviera como aprendiz de marinero.Luego vino la Universidad Náutica Sueca y una temporada en la armada de ese mismo país....
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