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Páginas: 11 (2612 palabras) Publicado: 18 de mayo de 2013
EL CABALLERO CARMELO
(Abraham Valdelomar)

I
Un día, después del desayuno, cuando el sol empezaba a calentar, vimos aparecer desde la reja, en el fondo de la plazoleta, un jinete, en bellísimo caballo de paso, pañuelo al cuello, que agitaba al viento; sampedrano pellón de sedosa cabellera negra y henchida alforja, que picaba espuelas en dirección a la casa.
Reconocímosle. Era el mayor queen años volvía. Salimos atropelladamente, gritando:
–¡Roberto, Roberto!
Entró el viajero al empedrado patio donde la campanilla se enredaban en las columnas como venas en un brazo, y descendió en los de todos nosotros. ¡Cómo se regocijaba mi madre! Lo tocaba, acariciaba su tostada piel, lo encontraba viejo, triste, delgado. Con su ropa empolvada aún, Roberto recorría las habitaciones rodeadode nosotros; fue a su cuarto, pasó al comedor, vio los objetos que se habían comprado durante su ausencia, y llegó al jardín.
–¿Y la higuerilla? –dijo.
Buscaba entristecido aquel árbol cuya semilla sembrara él mismo antes de partir. Reímos todos:
–¡Bajo la higuerilla estás!…
El árbol había crecido y se mecía, armoniosamente, con la brisa marina. Lo tocó mi hermano, limpió cariñosamente, lashojas que le rebozaban , luego volvimos al comedor. Sobre la mesa estaba la alforja rebosante, sacaba él, uno a uno, los objetos que traía y los iba entregando a cada uno de nosotros. Qué cosas tan ricas!. Por donde había viajado! Quesos frescos y blancos envueltos por la cintura con paja de cebada en la quebrada de Humay; chancacas hechas con cocos, nueces, maní y almendras; frijoles colados en sushermosas calabacitas, pintadas encima con un rectángulo de su propio dulce, que indicaba la tapa, de Chincha baja; bizcochuelos de yema de huevo y harina de papa, leves, esponjosos, amarillos y dulces, en sus cajas de papel, santitos de "piedra de Guamaya", tallados en feria serrana; cajas de manjar blanco, tejas rellenas y una traba de gallo con los colores blanco y rojo. Todos recibíamos elobsequio, y él iba diciendo, al entregárselo:
–Para mamá…, para Rosa…, para Jesús…, para Héctor
–¿Y para papá? –le interrogamos cuando terminó.
–Nada
–Cómo ¿nada para papá?
Sonrió el amado, llamó al sirviente y le dijo
–¡El Carmelo!
A poco volvió éste con una jaula y sacó de ella un gallo que, ya libre, estiró sus cansados miembros, agitó las alas y cantó estentóreamente:–¡Cocorocoooooooooo!…
–Para papá, – dijo mi hermano.
Así entró en nuestra casa el amigo íntimo de nuestra infancia ya pasada, a quien acaeciera historia digna de relato; cuya memoria perdura aún en nuestro hogar, como una sombra alada y triste: El Caballero Carmelo.
II
 Amanecía, en Pisco, alegremente. A la agonía de las sombras nocturnas, en el frescor del alba, en el radiante despertar del día, sentíamos los pasosde mi madre en el comedor, preparando café para papá. Se marchaba éste a la oficina. Despertaba ella a la criada, chirriaba la puerta de la calle con sus mohosos goznes; se oía el canto de gallo, que era contestado a intervalo por todos los de la vecindad; sentíase el ruido del mar, el frescor de la mañana, la alegría sana de la vida. Después mi madre venía a nosotros, nos hacía rezar arrodilladosen la cama, con nuestras blancas camisas de dormir; nos vestíamos y luego al concluir nuestro tocado se anunciaba a lo lejos la voz del panadero. Llegaba éste a la puerta y saludaba. Era un viejo dulce y bueno, y hacía muchos años, al decir de mi madre, que llegaba todos los días, a la misma hora, con el pan calientito y apetitoso, montado en su burro, detrás de dos "capachos" de acero repleto detoda clase de pan: hogazas, pan fresco, pan de mantecado, rosquillas.
Mi madre recibía el que habíamos de tomar y mi hermano Jesús lo recibía en el cesto. Se marchaba el viejo, y nosotros dejando la provisión sobre la mesa del comedor cubierta de hule brillante, íbamos a dar de comer a los animales. Cogíamos las mazorcas de apretados dientes, las desgranábamos en un cesto y entrábamos al...
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