shalalalla

Páginas: 7 (1611 palabras) Publicado: 9 de octubre de 2014
próximo, «Bright Phoenix»: el patriota fanático local amenaza al bibliotecario del pueblo a propósito de unos cuantos miles de libros condenados a la hoguera. Cuando los incendiarios llegan para rociar los volúmenes con kerosén, el bibliotecario los invita a en- trar, y en lugar de defenderse, utiliza contra ellos armas bastante sutiles y absolutamente obvias. Mientras recorremos la biblioteca yencontra-

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mos a los lectores que la habitan, se hace evidente que detrás de los ojos y entre las orejas de todos hay más de lo que podría imaginarse. Mien- tras quema los libros en el césped del jardín de la biblioteca, el Censor Jefe toma café con el bibliotecario del pueblo y habla con un camarero del bar de enfrente, que viene trayendo una jarra de humeante café. —Hola, Keats —dije.—Tiempo de brumas y frustración madura —dijo el camarero. —¿Keats? —dijo el Censor Jefe —. ¡No se llama Keats! —Estúpido —dije —. Éste es un restaurante griego. ¿No es así, Platón? El camarero volvió a llenarme la taza. —El pueblo tiene siempre algún campeón, a quien enaltece por encima de todo... Ésta y no otra es la raíz de la que nace un tirano; al principio es un protector. Y más tarde, al salirdel restaurante, Barnes tropezó con un anciano que casi cayó al suelo. Lo agarré del brazo. —Profesor Einstein —dije yo. —Señor Shakespeare —dijo él. Y cuando la biblioteca cierra y un hombre alto sale de allí, digo: — Buenas noches, señor Lincoln... Y él contesta: —Cuatro docenas y siete años... El fanático incendiario de libros se da cuenta entonces de que todo el pueblo ha escondido los librosmemorizándolos. ¡Hay libros por todas partes, escondidos en la cabeza de la gente! El hombre se vuelve loco, y la historia termina. Para ser seguida por otras historias similares: «The Exiles», que trata de los personajes de los libros de Oz y Tarzán y Alicia, y de los persona- jes de los extraños cuentos escritos por Hawthorne y Poe, exiliados todos en Marte; uno por uno estos fantasmas sedesvanecen y vuelan hacia una muerte definitiva cuando en la Tierra arden los últimos libros. En «Usher H» mi héroe reúne en una casa de Marte a todos los in- cendiarios de libros, esas almas tristes que creen que la fantasía es per- judicial para la mente. Los hace bailar en el baile de disfraces de la Muerte Roja, y los ahoga a todos en una laguna negra, mientras la Se- gunda Casa Usher se hunde en unabismo insondable. Ahora el quinto brinco antes del gran salto.

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Hace unos cuarenta y dos años, año más o año menos, un escritor amigo mío y yo íbamos paseando y charlando por Wilshire, Los Ánge- les, cuando un coche de policía se detuvo y un agente salió y nos pre- guntó qué estábamos haciendo. —Poniendo un pie delante del otro —le contesté, sabihondo. Ésa no era la respuesta apropiada.El policía repitió la pregunta. Engreído, respondí: —Respirando el aire, hablando, conversando, pa- seando. El oficial frunció el ceño. Me expliqué. —Es lógico que nos haya abordado. Si hubiéramos querido asaltar a alguien o robar en una tienda, habríamos conducido hasta aquí, habría- mos asaltado o robado, y nos habríamos ido en coche. Como usted puede ver, no tenemos coche, sólo nuestros pies.—¿Paseando, eh? —dijo el oficial —. ¿Sólo paseando? Asentí y esperé a que la evidente verdad le entrara al fin en la cabeza. —Bien —dijo el oficial —. Pero, ¡qué no se repita! Y el coche patrulla se alejó. Atrapado por este encuentro al estilo de Alicia en el País de las Mara- villas, corrí a casa a escribir «El peatón» que hablaba de un tiempo futu- ro en el que estaba prohibido caminar, y lospeatones eran tratados como criminales. El relato fue rechazado por todas las revistas del país y acabó en el Reporter, la espléndida revista política de Max Ascoli. Doy gracias a Dios por el encuentro con el coche patrulla, la curiosa pregunta, mis respuestas estúpidas, porque si no hubiera escrito «El peatón» no habría podido sacar a mi criminal paseante nocturno para otro trabajo en la ciudad,...
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