Sicario
Otra mañana en los suburbios, todavía es temprano, no serán más de las diez.
Café. Si, aún queda una o dos cucharadas si se raspan del fondo. Undesayuno ligero: un café cubano, pan, pan duro desde luego, y tal vez un cigarrillo. Si sobre la mesa de la pequeña sala quedan un paquete con unos cuantos, pero nohay fósforos. Me asomé por la ventana.
El mundo con sus idas y venidas no había cambiado mucho desde la noche anterior. En las calles lo único diferente eran losagujeros de bala de la pelea de anoche. Pero ni rastro de sangre. - Por suerte llovió -. Pensé.– Siempre llueve -.
Cada día es irremediablemente parecido alanterior, y lo será mañana también, pues es ya la costumbre, la maldita costumbre, uno, dos, o tres disparos, y a dormir, hay que madrugar a diario para cobrar lapaga y encontrar otro trabajo. Y cada vez que cierro los ojos para conciliar el sueño, ruego por amanecer vivo y poder seguir trabajando.
Y es que aveces sientola necesidad de dar gracias por la vida que logro sobrellevar. Pero, ¿Agradecer a quien? ¿A Dios? No, no, yo no creo en Dios y si existe, me odiara, porque yo ledevuelvo sus ángeles mucho antes de lo que El siempre planea.
Pero este mundo es cruel, las personas solo alcanzan el reconocimiento por unos pocos segundos,solo mientras se leen los periódicos, llueve y el rastro de la fama se pierde con un hilo rojo que corre al alcantarillado.
Ya no queda café, comprare un pocomañana después del trabajo, haré que el mundo sepa quienes son, les daré la fama tan anhelada, los transformare en noticia, les matare día tras día; Si, ¿porque no?
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