Siembran futuro en la ciudad
Una familia desplazada narra cómo le cambio la vida en su nuevo hogar entregado por el Gobierno.
Por: EL TIEMPO |
6:51 a.m. | 10 de agosto de 2015
Foto: John Jairo Bonilla / EL TIEMPO
Luis Gonzaga Castro, quien fue desplazado, no niega el dolor por lo que vivió. Tampoco oculta su alegría tras recibir una casa gratuita.
Se abrela verja del conjunto. Aparece Beatriz Elena Usma, con una sonrisa. Alrededor, siete bloques de apartamentos, Bosques de Bengala. Se adelanta por un sendero, pasa al lado de un kiosko en el que dos muchachos juegan ajedrez, mientras chupan un ‘bareto’ de marihuana.
Un par de vecinas la saludan. Cruza al lado de una huerta comunitaria montada sobre materas de guadua, que se alargan 20 metros.Lechugas, repollo, cilantro y apio. Son resultado de un programa de la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema (Anspe) y el Departamento para la Prosperidad Social (DPS).
“Es un programa muy bueno que nos ha enseñado cómo uno puede tener huertas acá en la ciudad, sin perjudicar los prados. Ha sido una forma de economizar, porque lo que uno siembre y recoja ya no lo tiene que pagar”,expone Beatriz, 47 años, de piel blanca y ojos claros.
Continúa sus pasos, saluda a una joven con un bebé en los brazos. En su torre, asciende las escaleras hasta el segundo piso, su apartamento. Invita a pasar.
“Estuvimos 9 años desplazados. Gracias a Dios, hoy vivimos en esta casita que nos dio el Gobierno”. Al decir “estuvimos”, se refiere a su esposo y 4 hijos. Asoma la cabeza por una cortina yverifica que su nieto (17 meses) duerma.
Un hombre de gorrita y piel morena ingresa. Su mano es áspera, como una lija. Los brazos son musculosos y la voz con que saluda es apenas audible. Luis Gonzaga Castro (53), marido de Beatriz. Se acomoda en una silla y viaja al pasado.
“En cierta ocasión (agosto, 2013), estaba guadañando en el pastal de una finca (zona rural de Manizales) cuando oí elcelular. Me pidieron el número de cédula y confirmaron: “Usted ha sido beneficiado con un apartamento gratuito del Ministerio de Vivienda”. Me dio de todo, hasta ganas de llorar. Solté todo, me arrodillé y le di gracias a Dios”.
Destierro
Tres meses después de la noticia que los sacó de una vida errante, ocuparon su vivienda, de 42 metros cuadrados y tres habitaciones.
“Empacamos los coroticos, queeran regalados, así como todo lo que usted ve aquí, y nos vinimos”, confiesa el hombre, llevándose la mano al tabique, incapaz de frenar un llanto que se expresa con silencio.
Viernes. 2004. 29 de agosto. Un campero de servicio público, por una trocha que baja hacia Quinchía (Risaralda), transporta a 4 niños y sus padres. Familia Gonzaga Usma. Todas las pertenencias que traen viajan apretadas en doscostales.
La noche los coge en una funeraria. Pasan en vela, y en velorio, hasta el día siguiente. El sábado, acuden a un entierro. Lloran por haber dejado su terruño en la montaña, y por un primo que un día antes vivía.
El domingo, se montan en un bus que los lleva hasta Manizales. Huyen de la muerte que llegó abrazada a un reducto del Ejército Popular de Liberación (Epl) y al bloque CentralBolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia.
El lunes previo, esta familia y tres más de la vereda Juan Tapao entraron en un vórtice de horror. Un grupo de al menos 20 paras llegó a la casa de Luis.
–Ustedes por aquí son guerrilleros, cómplices. Perros hps –dijo el líder, con fusil al hombro.
–No, nosotros somos campesinos. Aquí trabajamos la tierra.
–Están en una lista negra y tienen dos horas paradesocupar –advirtió el comandante–. O tienen que darnos una vacuna.
–¿Qué es eso?
–Un millón cien mil pesos. Para el próximo lunes. Si no, se atienen –volvió a amenazar–.
“Uno era sin saber qué hacer, porque llegaban unos y otros, y quedábamos entre la espada y la pared”, interviene Beatriz, sin perder de vista a su nieto, que camina a trompicones y manosea todo cuanto ve. “Ese día, decidimos...
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