Siglo de las Luces

Páginas: 476 (118983 palabras) Publicado: 7 de mayo de 2013
ALEJO CARPENTIER
El escritor cubano Alejo Carpentier nació en La Habana en 1904. Inició estudios de
arquitectura en esta misma ciudad. Participó en el Grupo Minorista a partir de 1923. Un año
después fue nombrado jefe de redacción de la revista «Carteles». Fue uno de los
fundadores de la «Revista de Avance» en 1928, año en que se le encarceló bajo la
acusación de comunista. Poco despuésmarcho a París, donde hizo amistad con artistas e
intelectuales franceses. Viajó a Madrid en 1933 y allí publicó su primera novela EcueYamba-O. Regresó a Cuba en 1939. Realizó viajes por Haití y Venezuela, y en 1960 fue
nombrado subdirector de Cultura de su país. Desde entonces el Gobierno revolucionario le
confió importantes cargos culturales. Entre sus obras más destacadas figuran: El reino deeste mundo (1944), Los pasos perdidos (1949), Guerra del tiempo (1958), Tientos y
diferencias (1964) y La consagración de la primavera (1979), El siglo de las luces, su mejor
novela, narra el intento de Víctor Hugues de implantar las ideas de la Revolución Francesa
en el Caribe, en un impresionante retablo mezcla de historia y ficción.

ALEJO
CARPENTIER
El siglo de las luces

CLUBBRUGUERA

1ª edición en Club: marzo, 1980
La presente edición es propiedad de Editorial Bruguera, S.A.
Mora la Nueva, 2. Barcelona (España)
© Alejo Carpentier-1962, 1979
Diseño cubierta: Nesle Soulé
Printed in Spain
ISBN: 84-02-06707-7
Deposito legal: B. 34.085-1979
Impreso en los Talleres Gráficos de Editorial Bruguera, S.A.
Carretera Nacional 152, km 21,650. Parets del Vallès (Barcelona) Para Lilia,
mi esposa.

Las palabras no caen en el vacío.
ZOHAR

Esta noche he visto alzarse la Máquina nuevamente. Era, en la proa, como una puerta
abierta sobre el vasto cielo que ya nos traía olores de tierra por sobre un Océano tan
sosegado, tan dueño de su ritmo, que la nave, levemente llevada, parecía adormecerse
en su rumbo, suspendida entre un ayer y un mañana que setrasladaran con nosotros.
Tiempo detenido entre la Estrella Polar, la Osa Mayor y la Cruz del Sur —ignoro, pues no
es mi oficio saberlo, si tales eran las constelaciones, tan numerosas que sus vértices, sus
luces de posición sideral, se confundían, se trastocaban, barajando sus alegorías, en la
claridad de un plenilunio, empalidecido por la blancura del Camino de Santiago... Pero laPuerta-sin-batiente estaba erguida en la proa, reducida al dintel y las jambas con aquel
cartabón, aquel medio frontón invertido, aquel triángula negro, con bisel acerado y iría,
colgando de sus montantes. Ahí estaba la armazón, desnuda y escueta, nuevamente
plantada sobre el sueño de los hombres, como una presencia —una advertencia— que
nos concernía a todos por igual. La habíamos dejado a popa, muy lejos, ensus cierzos de
abril, y ahora nos resurgía sobre la misma proa, delante, como guiadora —semejante,
por la necesaria exactitud de sus paralelas, su implacable geometría, a un gigantesco
instrumento de marear. Ya no la acompañaban pendones, tambores ni turbas; no conocía
la emoción, ni la cólera, ni el llanto, ni la ebriedad de quienes, allá, la rodeaban de un
coro de tragedia antigua, con elcrujido de las carretas de rodar-hacia-lo-mismo, y el
acoplado redoble de las cajas. Aquí, la Puerta estaba sola, frente a la noche, más arriba
del mascarón tutelar, relumbrada por su filo diagonal, con el bastidor de madera que se
hacía el marco de un panorama de astros. Las olas acudían, se abrían, para rozar nuestra
eslora; se cerraban, tras de nosotros, con tan continuado y acompasado rumorque su
permanencia se hacía semejante al silencio que el hombre tiene por silencio cuando no
escucha voces parecidas a las suyas. Silencio viviente, palpitante y medido, que no era,
por lo pronto, el de lo cercenado y yerto. Cuando cayo el filo diagonal con brusquedad de
silbido y el dintel se pintó cabalmente, como verdadero remate de puerta en lo alto de
sus jambas, el Investido de...
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