sillas de amor
Varios de losnotables hijos de Asturias habían pasado la tarde de un día del año 1620 bajo los góticos y espaciosos claustros de la Santa Catedral, como tenían de costumbre, conversando acerca de cómo pondrían coto a losdesatinados planes del joven Emperador Carlos I que intentaba, poniéndolos en práctica, posponer los consejos de los castellanos, apreciables sin disputa.
Los claustros debían cerrar, pues la nochellegaba, y ninguna solución encontraban sobre tan trascendental asunto, sobre la proclamación de los derechos del pueblo.
Se disponía de todo: hombres, armas, valor, voluntad… Pero poco podrían hacerfrente a las baterías del hijo de Juana “la Loca”: necesitaban cañones.
Reunidos de nuevo en la plaza del Concejo, cuando la noche ya llegaba, uno de ellos alzó su voz sobre el resto: ¡pronto habrácañones con que combatir, seguidme!
Y el grupo, intrigado, fue tras él, hasta llegar a la plaza de San Lucas. Llegaron también algunos criados, avisados por su jefe, portando cuerdas, garfios y otrosutensilios, y el que prometió hallar pronto cañones dijo: La empresa es justa; valor y que Cristo nos ayude. Descolguemos una campana, que de ella saldrán los cañones que necesitamos.
No teniendo bastante con una, fueron los comuneros a la parroquia de Santo Antonio. En esta ocasión la campana tocó suelo demasiado fuerte, quedando algo soterrada en la calle que desde entonces es conocida como“de la Campana”.
Alguno de los vecinos que observaban tal trasiego y ruido nocturno, y tomando conocimiento de lo que sucedía engrosó las filas de los de Padilla, Bravo y Maldonado, y entre ellos...
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