Sin mirar atrás

Sin Mirar Atrás

Recuerdo, cada vez que estoy tranquilo, aquellas épocas en las que no tenía que pasar frío al dormir, en las que no tenía que robar a cada indefensa anciana que se me cruzara para poder tener algo de comer, cuando cada vez que volteaba había alguien que me saldaba, y sobre todo cuando tenía supuestos buenos amigos. Este último recuerdo fue el que más me indignó. Pero trato deno hacerlo. Porque recordar todos aquellos lujos y momentos que gozaba son lo que me lleva a seguir en estas sucias calles.

Eran los primeros días del mes de mayo, todo estaba del la mejor manera y era imposible pensar que algo podía mejorar. Siempre fui un muy buen estudiante, porque soy ambicioso, tenía muchas oportunidades por delante. Una tarde en la que llegué a casa luego del colegio,encontré a mi padre sentado en su sillón favorito y tenía una hoja arrugada entre sus manos, además de la gran cantidad de hojas regadas por toda la sala. Mi padre tenía una triste mirada perdida en el vacío, y mi madre parada frente a la cocina con lágrimas en el rostro. Debido a que solo veía a mis padres los domingos y hablaba con ellos solo cuando necesitaba dinero, ignoré todo lo que había vistoy subí a mi cuarto. Cuando llegó la hora de la cena había una exagerada cantidad de comida sobre la mesa.

- Siéntate Daniel, come, disfruta como si fuera la última vez que lo hicieras- dijo mi madre al ver mi poco disimulada expresión de sorpresa.
- ¡Papá, explícame que está pasando!- dije yo, aún sorprendido.

Obviamente ya sabía que algo malo estaba sucediendo por dos simplerazones, la primera fue toda la comida que estaba sobre la mesa, y la segunda y más sorprendente fue el hecho de establecer una conversación con mis padres un martes.

Luego de una larga conversación mi padre llegó a la conclusión del asunto, la próspera cadena de restaurantes de la familia había quebrado. Ese fue el útimo mes que disfrute como me lo merecía.

Llegó el mes de Junio, ¡qué rápidocorren las noticias!, esa fue la expresión que no dejaba de sonar en mi cabeza. Todos aquellos falsos amigos se fueron alejando de uno en uno. Solo quedó Ángela, aquella entrañable amiga a la que le quedaba poco tiempo de vida por la enfermedad que padecía, siempre ahí, en los mejores y peores momentos.

Llegó el mes de Julio, el de la decisión. Ya estaba todo empacado, todo listo; tenía que irme lomás pronto posible de ese lugar –antes de que amanezca- me dije, aún dudando de cómo iba a mantenerme en la calle yo solo. Esa tarde me dirigía hacia la casa de Ángela (que estaba a tres casas de la mía) para pedirle su opinión sobre la locura que iba a hacer. Al llegar me tomé el atrevimiento de entrar porque la puerta estaba abierta y solo estaba su madre sentada en la alfombra, llorando ensilencio; fue cuando me enteré de que Ángela y su padre habían fallecido en un accidente de auto, de inmediato sentí una brisa muy fría que rodeó mi cuerpo y aparentemente nunca se alejó de mí, la piel se me puso de gallina y fui corriendo y llorando desconsoladamente hacia mi habitación. Había perdido al único posible motivo por el cual no huir de casa.

Entonces fue esa madrugada en la que me fuillevando sobre mi espalda una mochila llena de ropa y en mi mano los pocos ahorros que tenía. Me dirigí hacia la playa pero en el camino me topé con tres tipos que tenían rostros evidentemente poco amigables y se llevaron mi maleta con ropa. ¡Qué hubiera sido de mi si no hubiese puesto mi dinero en mis zapatos. Me puse a dormir en un callejón y me abrigué con unos cuantos cartones que encontré…Para qué mentir, en realidad no dormí, el frío no me lo permitió.

Luego de dos horas llegaron cinco niños que intentaron llevarse mis zapatos, me levanté rápidamente e intenté defenderme aunque fue solo por un momento porque la más pequeña de ellos traía una navaja. –Lárgate de aquí- me dijo el más grande de ellos, supe rápidamente que vivían en la calle por su apariencia sucia y la ropa que...