Sin Nombre.
La maleza te araña los brazos con la ira de un felino con hambre mientras la apartas a todaprisa, jadeando, con la comisura del labio sangrante y las piernas tan temblorosas que una parte de tu cerebro se pregunta como puedes mantenerte en pie. Lo oyes reírse a unos metros detrás de ti, asíque aceleras aún más. Cerca se oye el rumor suave de un arroyo. ¿Por qué un paseo por el bosque tan sola? Te repites una y otra vez ahora, arrepentida, sin detenerse, con las lágrimas mezclándose con lasangre en tú pálido rostro. ¿Por qué ni siquiera habías tenido la precaución de llevar tu tan acostumbrada navaja? Él tarareaba una vieja canción de los 50’s, que varias veces has oído cantar a tumadre, mientras pasa la aspiradora por la salita de la que nunca debiste salir.
No vale la pena gritar auxilio, ni pedir clemencia. Sabes que él sólo se reíra más, y que nadie sería capaz de salvartede aquello. No sale de tu mente la imagen de la sonrisa desgarrada, de los ojos tan abiertos, del cabello despeinado… del suéter blanco lleno de sangre reseca, oscura, pero que huele como siestuviera salpicada de una víctima reciente.
Vuelve a carcajearse. Ya no puedes correr más, además…
¿Hacia dónde estás yendo?
El escenario colorido y cálido de verano no parece apropiado para lasituación, pero eso le da a la huída un pánico adicional; Podrás ver claramente el rostro que desgarrará el tuyo. Los rayos del sol calientan el césped de la pradera despejada que está a punto de convertirseen tu cama. Tú última cama.
Ya no lo oyes reírse, así que volteas un momento para cerciorarte; No está. Temerosa de que se repita el cliché de las películas de terror, diriges rápidamente tu vista...
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