Sirena Varada
La sirena varada
Comedia en tres actos Premio "Lope de Vega" 1933
Alejandro Casona La sirena varada
A Margarita Xirgu, sirena de mar y tierra.
2
Alejandro Casona La sirena varada
ACTO PRIMERO
En un viejo caserón con vagos recuerdos de castillo y de convento, pero amueblado con un sentido moderno y confortable. En los muros, pinturas a medio hacer, de un arte nuevo que enlaza con los primitivos. Disimuladas entre cactus, luces indirectas, verdes y rojas. Una grata fantasía en el conjunto. En el ángulo derecho una ventana con enredaderas y escalerilla de acceso. Un grueso arco, al fondo, cierra en cristalería sobre el mar; juega en él una espesa cortina. Abierta en el regrueso izquierdo del arco, la pequeña poterna por donde entra el Fantasma. Primeros términos, puertas laterales. Es de noche.
DON FLORÍN.—(Asomado al ventanal. Entra Pedrote, con un pequeño servicio.) PEDROTE. Son ya más de las dos de la madrugada; es imposible que siga usted así sin tomar por lo menos un bocado. FLORÍN. ¿Crees que tardará Ricardo aún? PEDROTE. ¿Y quién puede saberlo? El señorito hace una vida desordenada del todo. FLORÍN. ¿Acostumbra a pasar las noches fuera de casa? PEDROTE. ¡Las noches! El señorito no sabe nunca cuándo es de día ni de noche. Hoy se ha levantado a las seis de la tarde; salió, como siempre, sin decir a dónde, y seguramente cuando vuelva pedirá el desayuno. Desengáñese, don Florín, lo mejor es que tome usted un bocado y si don Ricardo tarda, no estará de más que se acueste. Ya le he preparado una habitación. FLORÍN. Bien, tomaré cualquier cosa; estoy dispuesto a esperar. PEDROTE.
3
Alejandro Casona La sirena varada
Tenemos una despensa algo extraña; aquí, tan lejos de cualquier ciudad, no es fácil abastecerse, y al señorito le trae todo sin cuidado. La semana pasada nos estuvimos alimentando con ron y galleta de mar; rarezas suyas. (Sirve.) FLORÍN. Siempre fue Ricardo un tipo extravagante; pero esta salida última sobre todo me tiene en un mar de confusiones. ¿Tú sabes lo que se propone rompiendo con el mundo y retirándose a este desierto? PEDROTE. Que está aburrido; como es joven y rico y lo ha andado todo, pues no sabe cómo pasar el rato. Y cada temporada le da por una cosa. FLORÍN. ¿Y tú a seguirle el aire, no? PEDROTE. Yo quiero al señorito de corazón; adonde vaya él, allá va Pedrote. Y aquí estamos. FLORÍN. Bien, pero ¿y aquí qué hacéis? PEDROTE. Nada. FLORÍN. ¡Soberbio! (Irónico.) La casa es deliciosa. ¿Os la alquilaron así? PEDROTE. Quiá; era un caserón inhabitable. Don Ricardo lo hizo arreglar a su gusto. FLORÍN. Pues también se necesita gusto. ¿Vivís completamente solos? ¿No andará por ahí escondida alguna dama?... PEDROTE.—(Con cierta melancolía.) Ay, damas... También aquello pasó. Ahora vivimos con un fantasma; y desde hace unos días nos acompaña don Daniel, un pintor que anda siempre con los ojos vendados. FLORÍN. ¿Un fantasma has dicho? PEDROTE. Sí, señor. FLORÍN.4
Alejandro Casona La sirena varada
Pero ¿cómo un fantasma?; ¿qué quieres decir? PEDROTE. Un fantasma auténtico, de los que ya no quedan. Nosotros todavía no le conocemos; pero el dueño de la casa lo incluyó en el contrato, y los vecinos de por aquí lo han visto algunas veces, con la luna, sobre la terraza. El señorito está interesadísimo por él y me tiene mandado dejarle de comer todas las noches. (Presta oído y va a la ventana.) El señorito Ricardo y don Daniel. FLORÍN. Gracias a Dios. PEDROTE. Un momento; voy a abrirles y avisar. Buen alegrón al saber que está usted aquí. (Sale. Poco después reaparece con Ricardo y Daniel. Ricardo es joven; ...
Regístrate para leer el documento completo.