Sistema nervioso central
No tenía proyectos de vida, pensaba que podíaarreglárselas bien en tanto tuviera las únicas dos cosas que hasta el momento le habían procurado sustento: El dinero obtenido por la venta de la carpintería de su viejo y su habilidad para contarcuentos. Mientras la primera de sus reservas iba decreciendo de a poco, su habilidad se incrementaba con los días. No en vano desde niño había mostrado una fuerte tendencia a la mitomanía, mala costumbreque había jurado dejar pero que ahora afloraba tan natural en él como si jamás hubiera dejado de practicarla.
Todos los domingos al medio día se dirigía al lugar con mejor afluencia de paseantes quepudiera encontrar y en voz alta, invitaba a los niños a acercarse a escuchar una historia. Los padres, a quienes les inspiraba mezcla de miedo y respeto, dejaban a sus niños acercarse a formar unarueda compacta a su alrededor, pero ellos jamás formaban parte del acto. Los chicos se quedaban boquiabiertos ante las historias de dragones y princesas, de las Diosas venidas del Sol del Oriente, degnomos y magos, de indios que comían hombres.
Sus historias eran diferentes a las que los padres solían contarles para dormir: en ellas no siempre el bueno ganaba y los finales pocas veces eranfelices. Pero los niños lo agradecían con una moneda de su domingo, alguna fruta o con una sonrisa. Cuando Gibrán terminaba de contar sus historias, generalmente hallaba a sus pies, además de las monedas,...
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