Sistema penal acusatorio
venía socavando su merecida tumba. De antaño, se habían levantado voces imprecatorias, quepugnaban
por el cambio sustancial y por la adopción del sistema acusatorio. Hace casi ochenta años, en
el prólogo a la primera edición de su “Nueva Criminología”, se quejaba amargamente QuintilianoSaldaña: “Más arriba, en el estrado augusto, silenciosos, hieráticos, como fi guras de retablo, posan
los jueces. He ahí a los hombres que van a decidir de la suerte del criminal. No en vano a lajusticia
se la representa con los ojos vendados (Sólo falta representar, de igual suerte, al criminal, con la boca
vendada). El interrogatorio comienza; el culpable responde; la acusación y la defensahablan a la vez;
todo es mentira. Detrás de la barra, el público se agita, ansioso de descubrir la verdad angustiosa;
trabajo perdido. Durante ese tiempo, al pie del estrado, un hombre de uniformecon galones dorados
sonríe... Es el único poseedor del secreto, el confi dente del reo, el hujier –afortunado tramoyista de
la escena judiciaria–. La justicia es un teatro donde cada día se representael doloroso drama de un
ciudadano que está en peligro inminente de ser víctima de un error judicial”.
Las disciplinas que explican el mejor modo de ejercer la justicia penal estaban reclamando unaadecuación
de nuestras vetustas instituciones procesales a la racionalidad de un sistema judicial, en el
cual convergen el acatamiento a los derechos fundamentales, con soporte en métodos y técnicasque
estimulan la confi abilidad en los actos efi caces de investigación y juzgamiento. El respeto por la dignidad
humana logrará, en la nueva normatividad penal, su verdadero esplendor, conprincipios rectores
acuñados en el propio Código Procesal, en los que tiene asiento la doctrina y la jurisprudencia,
nacionales y extranjeras, y se expande realizando una efectiva y práctica vocación...
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