Sistemas penitenciarios
Origen y misión
Sergio García Ramírez
El Instituto Nacional de Ciencias Penales, que hemos conocido y conocemos, cuyas siglas son ahora familiares: INACIPE, fue el producto de una necesidad, una circunstancia y una esperanza. A casi treinta años de su creación, en el "aura" del feliz aniversario, conviene volver sobre el camino, evocar los orígenes y mirar de nuevo, desde ese punto,hacia el futuro que se hallaba en sus más hondos compromisos.
En el camino hubo muchas cosas, desde logros abundantes y hallazgos afortunados hasta gravísimos tropiezos. Aquéllos fueron el resultado de una obra inteligente y tesonera; éstos quedaron superados por el entusiasmo renovado de quienes creyeron en la bondad del proyecto y supieron ponerlo de nuevo en el rumbo debido. De esta manera sehizo, actuó y persiste una institución de la República.
Vamos a lo primero: la necesidad, que también estuvo -por supuesto: de lo contrario se trataría de capricho- en la raíz del INACIPE. Antes de 1976, año de la inauguración del Instituto, no hubo en México organismo alguno que asumiera las relevantes funciones que aquél se impuso, no obstante ser absolutamente indispensables para llevaradelante, con razonables posibilidades de éxito, una política penal verdadera.
Ésta no puede ser el efecto -aunque suela serlo, y entonces ya no merece el nombre de "política"- de improvisaciones alegres o protagonismos jubilosos. Debe fundarse en una "dura" ciencia y experiencia que florece, con frecuencia, al calor de instituciones destinadas a formar a los profesionales de la disciplina, proveerinvestigaciones rigurosas y difundir en diversos círculos las novedades y las incitaciones. Obviamente, había escuelas de Derecho y alguna de criminología -en el nivel de licenciatura, en la Universidad Autónoma de Nuevo León y se contaba con centros de formación de servidores públicos en el ramo de la procuración de justicia, con sus diversas vertientes, la Criminalística entre ellas. En el distante1966 se pretendió instituir en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde hubo por breve tiempo, bajo el rectorado de Luis Garrido, una escuela de personal penitenciario, una carrera de policía científica, que proyectó y animó el infatigable maestro Alfonso Quiroz Cuarón.
Sin embargo, ninguno de esos trabajos, consumados o intentados, satisfacía la necesidad-imperiosa necesidad- que presidió la idea del INACIPE. Digamos, sin propósito retórico, que México "lo necesitaba", a imagen y
semejanza aunque con características propias, vernáculas de los organismos de su género que abundaban en otros países de Europa y América.
En México faltaba esa pieza en el conjunto de los medios de la política penal del Estado. Había que construirla. Vayamos a lo segundo:la circunstancia, que es el "caldo de cultivo". Es verdad que en nuestra historia penal y penitenciaria hubo momentos estelares, cifrados, sobre todo, en leyes ilusionadas o en establecimientos alentadores. Pero también lo es que pasado el entusiasmo las cosas solían quedar como antes se hallaban, sin que cada paso fuera el soporte del siguiente y éste el acicate para nuevos pasos, hastaconstituir, entre todos, una verdadera marcha.
Para que esto ocurra se requieren muchos factores favorables -o la victoria sobre los desfavorables, que también cuenta y sustenta- que operen en una sola dirección y durante un tiempo razonable. Entre esos factores figura lo que solemos llamar, con expresión milagrosa, la "voluntad política". Ésta, como sabemos, mueve montañas, que nunca antes se desplazaronun milímetro.
El interés por la renovación penal -que está en las fuentes del INACIPE, evidentemente- resurgió hacia el final de los años sesenta del pasado siglo XX y no se interrumpió durante dos lustros. Diez años, pues, de esfuerzo tenaz y dirigido. El primer botón de ese interés, transformado en hecho, apuntó en la reforma penitenciaria del Estado de México y en la nueva legislación de la...
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