SO ENTRE SUE OS

EL SUEÑO Y LOS SUEÑOS
José Mejía
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EL SUEÑO Y LOS SUEÑOS

José Mejía

Marcial Riviera, mi amigo desde siempre, errabundo irrefrenable y
optimista incorregible, se sienta a mi lado en una habitación que
asemeja un sencillo comedor aldeano rectangular de alrededor de
unos treinta metros cuadrados. Piso encementado, paredes de adobe
pintadas descuidadamente en blanco humilde y techo abombado deestuco y carrizo, de parecido matiz. El sitio, tenuemente iluminado
por una farola central que resignada y huérfana cuelga del sucio
alambre eléctrico enmoscado en la mitad del espacio, está
escasamente equipado con unas mesas rectangulares de madera rústica
cortadas artesanalmente en la carpintería de la cuadra y ordenadas
en cada pared opuesta en sendas
filas
de a cuatro. Dos
destartaladasbanquetas de madera acompañan cada mesa. La nuestra
va adornada con unas deslucidas gardenia de plástico que coronan
un tallo escuálido y hojas verdes ennegrecidas por el cebo,
chantadas sin amor en envase vació de Nescafé. Al fondo, una
portezuela por la que se entrevé en la penumbra uno que otro trasto
de cocina y un mesón de ladrillo. Estamos solos, ventea ligeramente
y es media mañana.
Acomodadosen el mismo taburete, uno al lado del otro, conversamos
los dos calmadamente sobre varios temas y entre estos, sobre
aburridos asuntos de negocios. Segismundo Tapia, el asistente de
Marcial, entra al rato por la única puerta que da a la calle. Se
nos acerca y me indaga sobre algo. Le respondo lacónicamente y sale
apresurado, mostrando cierto fastidio y balbuceando palabras
ininteligibles. Lepregunto a Marcial si se percató de la mordaz
y poco amigable actitud de Segismundo; le ha extrañado ese gesto

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por igual y me dice que por qué no le reclamé inmediatamente. Le
prometo que lo haré a la primera oportunidad viable.
Segismundo aparece al cabo de un rato, pero seguido de unos seis u
ocho muchachos en edad escolar que cargan sin asomo de dificultad
unos sacos de yute llenos de algúnmaterial y herramientas de
albañilería y les ordena que organicen el recinto para la ejecución
en dicho lugar de algún

suceso que al momento no sabemos de qué se

trata. Comienzan a reubicar la mueblería. Decido salir del cuarto
sin poder enfrentarme a él y afuera sobre la pequeña acera me
encuentro con mi joven mujer, nuestras hijas Annete y Nicola y
otras personas cuyos rostros no recuerdo,pero que de alguna manera
me son cercanos. Percibo también la presencia de mis otros queridos
hijos, de Clementina, mi ex mujer y otros sujetos que me son
familiares de alguna manera, aunque a ninguno de ellos los veo.
Sólo siento que están también allí, de modo incorpóreo, en la
escena. Hablamos animadamente y luego pido a mis familiares que me
esperen allí y regreso apresurado al lugar.
El comedorestá ocupado por los jóvenes estudiantes que trabajan
con frenesí desperdigando tierra y arena en ciertas áreas del piso
cubierto parcialmente de plástico negro. Los colegiales amasan
enérgicamente los materiales y los mezclan con algún producto.
Segismundo y un muchacho que parece liderar a su grupo, imparten
instrucciones a sus auxiliares. Éstos mezclan los compuestos y los
suavizan con aguahasta formar una argamasa uniforme que luego la
extienden y aplanan manualmente. Todo esto es intrigante. Caigo en
cuenta, finalmente, que Segismundo está preparando una demostración
de cómo utilizar un producto estabilizador de suelos similar al que
yo pretendo importar y comercializar en Ecuador -si no es que se
trata del mismo elaborado- para su aplicación y posterior
fabricación local, en unproyecto vial de singulares proyecciones
sobre el cual le había comentado días atrás a Marcial, empresa
extranjera esa de la que soy su agente territorial. Mi amigo, que
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ya había conseguido financiamiento gordo para estos menesteres, no
había visto inconveniente en concederme un préstamo para este
propósito.
Asombrado por

el hallazgo y repuesto de la sorpresa, de inmediato

observo que el...