"sobre el odio y lo convencional" Boris Vian

Sobre el odio y lo convencional.
Boris Vian.
Somos ecos, nos nutrimos de murmullos, escuchados como la nota perdida, carente de un propio significado, herederos de una misma naturaleza y, aún así, nos desconocemos. He aquí entre ustedes la resaca de tanto escombro existencial, de tanto y tanto esfuerzo por entender la cosmovisión de una existencia que se sustenta en la determinación yentendimiento que parte de la noción del prójimo. El odio es un convencionalismo, el odio sustentado – en caso de que no se trate de ausencia de apreciación- necesita de lo elemental del juicio –la razón-, lo demás, lo carente de esta cualidad, es auto programación inconsciente quizá, mas no entendimiento. La masa atrae, suele pasar que se grita no porque vague en el cuerpo un viento libertino,sino porque en conjunto se callan los pocos murmullos interiores (importunan demasiado los murmullos interiores) y la articulación propia retoma fuerza, se llena de autoridad, aunque bien se aleja de la idea substancial, el objeto propio.
Partiendo de una definición que sintetice nuestro recurso a trabajar. El odio es para S. Freud un síntoma clínico fundamental en la pasión del sujeto,mismo síntoma que busca la destrucción de su objeto. De él se esboza el origen psíquico y las consecuencias sociales. En base a esto el sujeto odia, detesta y persigue, con la intención de destruir a todos los objetos que son para él una fuente de displacer1.
Lanzo la interrogante al eco de este espacio y, mejor a aún, a quien se considere hábil para lanzar nuevas hipótesis sobre los conjeturas delodio, sobre si el soldado alemán que asesino al niño judío, cual se asesina a un perro, en verdad se viera instruido por el odio, si la “rabia” que pudo manipular el acto efectivamente fuera rabia. Sobre si quien dice aborrecer a un negro en verdad lo aborrece o sólo se trata de un convencionalismo del odio, una inclinación impuesta sobre la conciencia de las masas con sabor a identidad propia.Boris Vian y el escándalo.
El problema no está, en gran medida, oculto en el cosquilleo raspante de las palabras, la esencia moral se encuentra en los azotes de realidad, en lo desagradable de aquel salado sabor a un defecto propio y, todavía más grave, dedicado. Un buen crítico critica hasta su propio oficio, se une y se siente parte de lo errante, grita y sustenta el dolor de garganta,manifiesta la crudeza y se traga las mismas dosis de saliva, incluso si lo real atenta directamente con las bases de la ética y la moral propia.
Boris Vian azota crudas realidades sobre la conciencia del lector contemporáneo, aun en nuestro contexto - lector de última década- sabe producir un cosquilleo que poco a poco muta a violencia moral. Es cierto, existe un obstáculo de tiempo ycircunstancias que atentan directamente a la prioridad o intención del mismo autor, a la perdición del sentido esencial de todo texto, me refiero a la formación del receptor. Sin embargo son destacables los hechos que todavía, y contra todo, resultan atroces, masoquismo para la curiosidad del lector, un triunfo de la intención de la obra contra la incredulidad del individuo frente al texto.
Así,sucumban los siglos que tengan que morir, suceda cuanto se guste en acontecimientos que predispongan al lector, habrá eventos que siempre escaldarán, por su sabor a lo inhumano, en la conciencia, aquello que se arraigue en la compasión y el temor, eventos como; la penetración a una niña, el llanto y dolor que esta introducción le causa, la perdida de inocencia y el callar dentro de un dolor internoque va en incremento, siempre serán azotes a una condición moral difícil de ahuyentar. Entonces que Boris Vian hable de una tortura a la inocencia y el brutal flujo de sangre siempre será lija vibrante bajo el cráneo.
Refiero lo anterior a los efectos en el actual lector. Ahora imaginamos a la Francia de 1946, caracterizada por la posguerra y una condición poco entusiasta, pero con principios...