Sobre la television
Esto se hace sobre todo evidente por contraste, cuando aparece un programa capaz de aprovechar la televisión para enriquecer la información, el conocimiento o el placer de los televidentes de una manera realmente original y creativa.Yo recuerdo algunos de ellos, que sobresalían olímpicamente sobre el piélago de chabacanería e idiotismo en que de costumbre chapalean sus congéneres: “Panorama”, de la BBC, que cada semana ofrecía una investigación novedosa y profunda sobre un tema político de actualidad en el Reino Unido y en el mundo; “Apostrophes”, de Bernard Pivot, que pasaba revista cada semana a la actualidad literaria enFrancia con tanta sutileza, inteligencia y amenidad que era visto por millones de televidentes; “60 Minutes”, de la CBS, que en tres o cuatro secuencias de apenas trece minutos cada una ofrece una síntesis fascinante de los hechos y personajes más destacados de la escena internacional.
Pues el documental “Pecados de mi padre”, largometraje de hora y media de duración, dirigido por Nicolás Entel,que exhibió hace unos días la televisión en España, me recordó los mejores logros televisivos de que guardo memoria y, una vez más, me hizo lamentar la utilización que suelen dar los productores y canales a un medio que, en manos diestras e íntegras, puede explorar la realidad circundante de una manera vívida e íntima, encontrar en el caos que ella representa un orden que la haga inteligible y,de este modo, no solo interesarnos y conmovernos como lo haría un gran libro de ficción, sino ilustrarnos de manera muy certera sobre las verdades y las mentiras del mundo en que vivimos.
Decir que “Pecados de mi padre” es la historia de Sebastián Marroquín, el único hijo varón de Pablo Escobar, el más famoso narcotraficante de Colombia, con un prontuario de fechorías y hechos violentos sinparangón que han generado en torno de su nombre una verdadera mitología, es decir muy poca cosa. Porque, la confesión del joven protagonista de este documental, más que un testimonio sobre el horror y la sangre en que transcurrió su vida y la de su madre y su hermanita menor —los tres sobrevivieron de milagro a un atentado de enemigos de su padre que hicieron explotar el edificio Mónaco, donde vivían,con 700 kilos de dinamita—, es la radiografía más persuasiva y más dramática del fenómeno de la violencia que vivió Colombia en los años 80 y 90 por las guerras entre cárteles de la droga y las que libraban todos ellos con las fuerzas del orden.
En la macabra danza participaban millones de millones de dólares mal habidos y decenas de cadáveres, atentados terroristas, secuestros, inseguridad,caos, y sobre todo ello, tronaba la figura, odiada por sus crímenes y latrocinios y adorada por sus derroches populistas —como construir un zoológico feérico en su tierra antioqueña y regalar cinco mil viviendas a los pobres que vivían en los basurales de la ciudad— de Pablo Escobar, quien finalmente fue abatido por la policía en 1993. Su hijo, de 15 años, anunció ese mismo día por la radio quevengaría a su padre, matando a sus ajusticiadores. Pero pocos días después se desdijo, pidió perdón por sus amenazas y juró que renunciaba a continuar en ese paroxismo de violencia que desangraba a su país.
Uno de los grandes méritos del documental de Nicolás Entel es probar de manera inequívoca que el hijo de Pablo Escobar cumplió este juramento. No fue fácil. Él y su madre debieron huir de...
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