sociales
-A sus órdenes, mi capitán.
-¡Escoria, por vuestra holgazanería nos ha pillado una tormenta que mis dos ojos de cristal nunca antes habían visto!.
-¡Jaaaaaaiiiiiimeeeeeee!
-¿Si mamá?
-¡La cena se te va a enfriar! Deja ese libro y baja a cenar.
-Ya voy, estoy terminando el último capítulo.
Pasada media hora, Jaime bajó al salón en el que se encontraba la mesaen la que todos los días cenaban y comían sus padres y él. Eran ya las once pasadas, y en la mesa solo quedaba un plato que contenía una especie de puré. Engulló todo lo rápido que pudo su cena, apresado por la intriga del libro que estaba leyendo. Terminado el puré, ingirió las dos pastillas a las que estaba acostumbrado después de cada comida acompañadas con un sorbo de agua. Establecido esteritual, subió las escaleras de dos en dos como un saltamontes y se tumbó en su cama a continuar lo que había tenido que dejar a medio por la impaciencia de su madre. Al poco oyó en la cocina a su padre y a su madre discutir entre murmullos, y bajo sigilosamente, tratando de hacer el menor ruido posible, para escuchar lo que hablaban.
-No hay más remedio-. Dijo el padre.
-Solo te pido que loreconsideres-. Rebatió la madre.
-Es tan duro para mí como para ti, debemos aumentarle la medicación-.
-Pero los efectos secundarios…-. Argumentó Eloisa, la madre de Jaime.
-¿Prefieres ingresarlo? ¿Qué pase el resto de sus días en una cama entubado?. Posiblemente con este tratamiento aumente su esperanza de vida…-. Argumentó Luis.
Eloisa movió la cabeza de una forma que describía un gesto deaprobación, mientras sus ojos se empañaban de lágrimas que contenían rabia, tristeza y angustia.
En ese momento, la cara de Jaime pasó de un color amarillento, habitual en su enfermizo rostro, a un blanco roto. No quería que sus padres descubriesen que había estado escuchando, y se apresuró a subir las escaleras lo más rápido que su ánimo le permitía. Después de esto, sus libros de aventuras ya no ledistraían, y mucho menos conseguían meterlo en el contexto, así que, lo mejor que le pareció fue acostarse e intentar dormir. Durante toda esa noche en la que no consiguió pegar ojo, se dio cuenta de que no merecía la pena leer todos esos libros si nunca se realizaban todas esas locuras que se ilustraban en todos sus libros. A Jaime ya nada le importaba. La muerte le acechaba. Se levantó de la camae improvisó un pequeño equipaje, inspirado en uno de sus muchos libros de viajes y aventuras, bajó las escaleras y con el máximo cuidado abrió la puerta. Su reloj de pulsera marcaba las cuatro menos cuarto de la madrugada. Jaime vivía en una casa bastante modesta en las afueras del pueblo, rodeada de hierbas y ruinas, en las que había pasado gran parte de su infancia, cuando aún no habíaenfermado y lo dejaban salir a explorar y correr por los exteriores. Todo había cambiado mucho desde la última vez que había salido de casa, hacía ya unos cinco años.
Cuando el sol escrutaba las montañas del horizonte, Jaime había llegado al pueblo y había comprado un billete de clase media para cruzar el mar en un barco de vapor.
Embarcó junto a estrambóticos personajes en aquel barco a las ocho ymedia, rumbo a cualquier lugar de su imaginación. Jaime nunca había viajado en barco, ni en casi ningún medio de transporte que no fuera el coche, y pronto empezó a sentir mareos que apenas lo dejaban mantenerse en pie. Acomodado en su camarote, observó la grandeza de aquel mar infinito y quedó asombrado, pero pronto abandonó esa paz que lo sucumbía tras notar un enorme golpe que lo zarandeó y locatapultó de la litera. El barco había encallado en un sobresaliente de la costa, y empezaba a resquebrajarse en dos, y muchos de los pasajeros comenzaron a precipitarse al agua helada de principios de enero. Jaime se agarró con todas sus fuerzas al hierro que atrancaba la puerta. De los quinientos pasajeros que ocupaban el barco, más de la mitad que se encontraban en el restaurante habían caído...
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