Sociales

Páginas: 396 (98807 palabras) Publicado: 17 de enero de 2010
La apasionante personalidad de Adriano, emperador de Roma en el siglo segundo, y uno de los más notables gobernantes que tuvo el Imperio, trasciende cualquier reseña sobre su obra y figura para convertirse en fuente de inspiración de esta novela excepcional, alabada como una de las obras más singulares, bellas y hondas de la literatura de nuestro siglo. Este inventario autobiográfico ficticio queAdriano hace a las puertas de la muerte constituye el más íntimo y magistral retrato de quien fue uno de los últimos espíritus libres de la Antigüedad.
Marguerite Yourcenar nació en Bruselas en 1903 y falleció en Estados Unidos en 1987 Esta excelente escritora siempre se interesó en su obra por el tema de la cultura a través de la historia. En 1971 ingresó en la Academia Real Belga de Lenguay Literatura. En 1974 recibió el Gran Premio Nacional de las Letras, y seis años más tarde sería la primera mujer elegida miembro de la Academia Francesa.

Memorias de Adriano
MARGUERITE YOURCENAR

SALVAT

Diseño de cubierta: Ferran Cartes Montse Plass
Traducción: Julio Cortázar
Traducción cedida por Editorial Edhasa
Título original: Mémoires d’Hadrien

© 1994 Salvat Editores,S.A. (Para la presente edición)
© 1974 Marguerite Yourcenar y Éditions Gallimard
© 1982 y 1992 Editorial Edhasa
ISBN: 84-345-9042-5 (Obra completa)
ISBN: 84-345-9043-3 (Volumen 1)
Depósito Legal: B-26589-1994
Publicado por Salvat Editores, S.A. Barcelona
Impreso por CAYFOSA. Agosto 1994
Printed in Spain-Impreso en España

Escaneado: http://rt001pvr.eresmas.net/binovhis.htmAnimula vagula, blandula,
Hospes comesque corporis,
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula,
Nec, ut solis, dabis iocos...

P.AELIUS HADRIANUS, Imp.

VARIUS MULTIPLEX MULTIFORMIS

Querido Marco:
He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes, que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen debía hacerse en ayunas; habíamos convenido encontrarnos en las primeras horas del día. Me tendí sobre un lecho luego de despojarme del manto y la túnica. Te evito detalles que te resultaríantan desagradables como a mí mismo, y la descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara a morir de una hidropesía del corazón. Digamos solamente que tosí, respiré y contuve el aliento conforme a las indicaciones de Hermógenes, alarmado a pesar suyo por el rápido progreso de la enfermedad, y pronto a descargar el peso de la culpa en el joven Iollas, que me atendió durante su ausencia.Es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre. El ojo de Hermógenes sólo veía en mí un saco de humores, una triste amalgama de linfa y de sangre. Esta mañana pensé por primera vez que mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo. Hayapaz... Amo mi cuerpo; me ha servido bien, y de todos modos no le escatimo los cuidados necesarios. Pero ya no cuento, como Hermógenes finge contar, con las virtudes maravillosas de las plantas y el dosaje exacto de las sales minerales que ha ido a buscar a Oriente. Este hombre, tan sutil sin embargo, abundó en vagas fórmulas de aliento, demasiado triviales para engañar a nadie. Sabe muy bien cuántodetesto esta clase de impostura, pero no en vano ha ejercido la medicina durante más de treinta años. Perdono a este buen servidor su esfuerzo por disimularme la muerte. Hermógenes es sabio, y tiene también la sabiduría de la prudencia; su probidad excede con mucho a la de un vulgar médico de palacio. Tendré la suerte de ser el mejor atendido de los enfermos. Pero nada puede exceder de los limites...
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