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Convivimos constantemente con bacterias y virus que actúan a veces como gérmenes de enfermedad, en otras ocasiones como colaboradores de nuestro metabolismo y en otras como indiferentes comensales. El tipo de relación que mantenemos con ellos depende de nuestro estado, de lo fuertes o débiles que nos sintamos, de nuestra posición en el ecosistema que con ellosformamos. El frío, el viento y la lluvia nos llevan a enfermar o nos hacen sentir más vivos. La necesidad, el hambre, el deseo nos llevan a esforzarnos y terminamos satisfechos o por el contrario nos intoxicamos y nos unimos a lo que nos hace daño, nos inclinamos hacia lo que nos hace bien o hacia lo que nos perjudica en base a criterios adquiridos y cultivados. Las ideas, el deseo, la pasión, losanhelos, nos empujan y a veces nos arrastran. Nos frenan o nos hacen huir los miedos, nos debilitan las dudas, la ansiedad y la angustia. Trata la razón de administrar los impulsos que nos agitan y llevarnos hacia lo que creemos bueno o justo o simplemente conveniente. Mientras nos sentimos amados y la vida nos confirma con el éxito, haciéndonos sentir que estamos en lo cierto y seguro, nos envuelve unhalo de invulnerabilidad. Pero cuando la vida nos dice no, con ése lenguaje suyo tan tajante, entramos en el espacio de la prueba, del dolor y la duda. Nuestra debilidad es la que convierte en hostil, dañino y enfermante lo que hasta ése momento nos nutría o nos era indiferente. Todo el que haya vivido más de treinta años conoce ése lugar interno que los poetas han tratado de describirnombrándolo noche oscura, invierno sin primavera, desierto árido o largo túnel sin aparente salida. Variadas circunstancias nos pueden abocar en ése espacio donde parece que el tiempo se detenga y se ponen a prueba todos los recursos vitales de la persona. La traición de un amante, la decepción de una amistad, el derrumbamiento de una imagen que teníamos elevada casi sagrada, la pérdida del amor o del amado,el error propio o ajeno que consideramos imperdonable, el fracaso de aquello por lo que nos esforzábamos. Variados caminos que confluyen en un territorio en el que el dolor moral brota abundante de la herida invisible que inflinge la vida. Este daño, en sí mismo, no tiene por qué ser causa de enfermedad si la actitud hacia él es correcta. La huida, la negación de su existencia o de su importanciaabren la puerta a un daño mayor. Localizar y tratar la herida moral con los instrumentos adecuados a la causa y al lugar en que se ha producido, es la única forma de evitar que la alteración emocional provoque, tarde o temprano, síntomas físicos. La palabra, el apoyo de quien ha vivido la experiencia, el remedio homeopático, el acompañamiento amoroso, hacen que la herida pueda cerrarse poco apoco, condición necesaria para una buena cicatrización, permitiendo que supure lo que inevitablemente muere de nosotros en ésas terribles experiencias. La mano experta hará que no se cierre en falso, que no se de por curado lo que ha sido tapado o ignorado porque el absceso que se forme tendrá su
expresión en el cuerpo, establecerá una vía de resolución por la que la sabia naturaleza traslada alcuerpo físico y elimina a través de él, como un mal menor, lo que en otro plano es insufrible. Así como el ansioso que anticipando el examen, hace una diarrea que libera el miedo y la tensión interna, permitiéndole de ése modo, afrontar la prueba con cierta lucidez, la enfermedad que sigue al trauma emocional es un intento de resolver el dolor interno que no se quiso o no se pudo vivir en el planoen el que se produjo. Mal resuelto, el trauma emocional actúa sobre la constitución predispuesta, como desencadenante de la enfermedad. Nuestra condición genética define las posibilidades de lugar y gravedad del trastorno físico, la alteración, el trauma psico-emocional determina el momento y la evolución de las lesiones. Las células blancas de la sangre detectan la partícula que nos ha...
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