Sol de Medianoche
distancia entre la chica y yo, lo más posible. Emmettt me esperó fuera de la
clase de Español. Leyó mi salvaje expresión al instante.
— ¿Cómo te fue? — Me preguntó cauteloso.
— Nadie murió. — Murmuré.
— Supongo que eso es algo. Cuando vi a Alice allí zanjando la cuestión,
pensé...
Mientras caminábamos a la clase, vi en su memoria de tan solo unosmomentos atrás, mirando por la puerta abierta de su última clase: Alice
caminando enérgicamente con el rostro en blanco a través del patio hacia el
edificio de ciencias. Sentí su urgencia por levantarse y acompañarla, y luego
su decisión de quedarse allí. Si Alice necesitara ayuda, la habría pedido...
Cerré mis ojos horrorizado y disgustado mientras me sentaba.
— No me había dado cuenta quehabía estado así de cerca. No pensé que
fuera a... No noté que fuera a ser tan grave. — susurré
— No lo fue, — me aseguró nuevamente. — Nadie murió, ¿verdad?
— Correcto. — le dije entre dientes — Esta vez, no.
— Quizá con el tiempo será todo más fácil.
— Seguro.
— O, tal vez la matarás. — se encogió — No serías el primero en meter la
pata. Nadie te juzgará. A veces una persona sólohuele demasiado bien.
Estoy impresionado que hayas durado tanto.
— No estás ayudando, Emmettt.
Estaba atónito con su aceptación de la idea de que en realidad mataría a la
chica, que era inevitable. ¿Acaso era su culpa que oliera tan bien?
— Sólo sé, que cuando me pasó a mí...
Recordó, llevándome con él medio siglo atrás, a un oscuro callejón, donde
una mujer de mediana edad estabaquitando unas sábanas secas de una
cadena amarrada entre unos manzanos. La esencia de las manzanas
colgaba fuertemente en el aire, la cosecha había terminado y las frutas
rechazadas fueron dispersadas en el suelo, los moretones en su piel soltando
su fragancia en densas nubes.
Un fresco campo de césped era el fondo a esa esencia, una armonía. Él
caminó ladera arriba, olvidando a lamujer por completo, en un recado de
Rosalie. El cielo arriba era de un color púrpura, y anaranjado por encima de
los árboles. Él hubiera continuado con el mandato y no hubiera habido razón
alguna para recordar aquella tarde, excepto por una repentina brisa nocturna
que hizo volar las sábanas blancas como velas de un barco y aventó la
esencia de la mujer directo al rostro de Emmettt.
—Ah — gemí silenciosamente.
Como si el recuerdo de mi propia sed no fuera suficiente.
— Lo sé. No duré ni medio segundo. Ni siquiera pensé en resistirme.
Su memoria se volvió demasiado explícita para soportarlo. Me puse de pie,
mis dientes fuertemente cerrados como para cortar acero con ellos.
— ¿Estás bien, Edward? — Preguntó la señora Goff, asustada por mi
repentino movimiento.Podía ver mi rostro en su mente, y sabía que me veía lejos de estar bien.
— Me perdona. — murmuré, mientras me lanzaba puerta afuera.
— Emmettt, por favor, ¿puedas tú ayudar a tu hermano? — preguntó ella,
gesticulando desamparada hacia mí mientras salía de clase.
— Seguro — le oí decir.
Y entonces estaba justo a mi lado. Me siguió hasta el lugar más lejano del
edificio, en donde mealcanzó y puso su mano en mi hombro. Sacudí su
mano con una fuerza innecesaria. Habría roto los huesos de la mano de un
humano, y los huesos unidos al brazo también.
— Lo siento, Edward.
— Lo sé.
Solté profundos gritos ahogados al aire, tratando de aclarar mi cabeza y mis
pulmones.
— ¿Tan malo es? — preguntó, tratando de no pensar en la esencia y el sabor
de su memoria mientras sepreguntaba, pero sin conseguirlo.
— Peor, Emmettt, peor.
Se quedó tranquilo un momento.
— Tal vez... — pensó.
— No, sería mejor si terminara con esto de una vez. Vuelve a clase, Emmettt.
Quiero estar solo.
Se dio vuelta sin decir una palabra o pensamiento y se alejó rápidamente. Le
diría a la profesora de Español que yo estaba enfermo o desertando o un
vampiro peligrosamente fuera...
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