Soldados De Salamina

Páginas: 245 (61140 palabras) Publicado: 15 de junio de 2012
Javier Cercas

Soldados de Salamina






Primera parte: Los amigos del bosque

Segunda parte: Soldados de Salamina

Tercera parte: cita en Stockton




Para Raul Cercas y Mercé Mas



Los dioses han ocultado lo que hace vivir a
los hombres

Hesíodo, Los trabajos y los días



NOTA DEL AUTOR

Este libro es fruto de numerosas lecturas y de largas conversaciones.Muchas de las personas con las que estoy en deuda aparecen en el texto con sus nombres y apellidos; de entre las que no lo hacen, quiero mencionar a Josep Clara, Jordi Gracia, Eliane y Jeanmarie Lavaud, José-Carlos Mainer, Josep María Nadal y Carlos Trías, pero especialmente a Mónica Carbajosa, cuya tesis doctoral, titulada La prosa del 27: Rafael Sánchez Mazas, me ha sido de gran utilidad. A todosellos gracias.


Primera parte
Los amigos del bosque


Fue en el verano de 1994, hace ahora más de seis años, cuando oí hablar por primera vez del fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas. Tres cosas acababan de ocurrir me por entonces: la primera es que mi padre había muer-to; la segunda es que mi mujer me había abandonado; la tercera es que yo había abandonado mi carrera de escri-tor. Miento.La verdad es que, de esas tres cosas, las dos primeras son exactas, exactísimas; no así la tercera. En realidad, mi carrera de escritor no había acabado de arrancar nunca, así que difícilmente podía abandonarla. Más justo sería decir que la había abandonado apenas iniciada. En 1989 yo había publicado mi primera novela; como el con-junto de relatos aparecido dos años antes, el libro fue aco-gidocon notoria indiferencia, pero la vanidad y una rese-ña elogiosa de un amigo de aquella época se aliaron para convencerme de que podía llegar a ser un novelista y de que, para serlo, lo mejor era dejar mi trabajo en la redac-ción del periódico y dedicarme de lleno a escribir. El resultado de este cambio de vida fueron cinco años de angustia económica, física y metafísica, tres novelas inacabadas yuna depresión espantosa que me tumbó durante dos meses en una butaca, frente al televisor. Har-to de pagar las facturas, incluida la del entierro de mi pa-dre, y de verme mirar el televisor apagado y llorar, mi mujer se largó de casa apenas empecé a recuperarme, y a mí no me quedó otro remedio que olvidar para siempre mis ambiciones literarias y pedir mi reincorporación al periódico.
Acababa decumplir cuarenta años, pero por fortuna —o porque no soy un buen escritor, pero tampoco un mal periodista, o, más probablemente, porque en el periódico no contaban con nadie que quisiera hacer mi trabajo por un sueldo tan exiguo como el mío— me aceptaron. Se me adscribió a la sección de cultura, que es donde se adscri-be a la gente a la que no se sabe dónde adscribir. Al prin-cipio, con el fin nodeclarado pero evidente de castigar mi deslealtad —puesto que, para algunos periodistas, un com-pañero que deja el periodismo para pasarse a la novela no deja de ser poco menos que un traidor—, se me obligó a hacer de todo, salvo traerle cafés al director desde el bar de la esquina, y sólo unos pocos compañeros no in-currieron en sarcasmos o ironías a mi costa. El tiempo debió de atenuar miinfidelidad: pronto empecé a redac-tar sueltos, a escribir artículos, a hacer entrevistas. Fue así como en julio de 1994 entrevisté a Rafael Sánchez Ferlo-sio, que en aquel momento estaba pronunciando en la universidad un ciclo de conferencias. Yo sabía que Ferlo-sio era reacio en extremo a hablar con periodistas, pero, gracias a un amigo (o más bien a una amiga de ese amigo, que era quien habíaorganizado la estancia de Ferlosio en la ciudad), conseguí que accediera a conversar un rato con-migo. Porque llamar a aquello entrevista sería excesivo; si lo fue, fue también la más rara que he hecho en mi vida. Para empezar, Ferlosio apareció en la terraza del Bistrot envuelto en una nube de amigos, discípulos, admiradores y turiferarios; este hecho, unido al descuido de su indu-mentaria y a un...
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