Soneto
Huye sin percibirse lento el día
y la hora secreta y recatada
con silencio se acerca y despreciada
lleva tras sí la edadlozana mía.
La vida nueva, que en niñez ardía,
la juventud robusta y engañada,
en el postrer invierno sepultada
yace entre negra sombra y nieve fría.
No sentíresbalar mudos los años;
hoy los lloro pasados y los veo
riendo de mis lágrimas y daños.
Mi penitencia deba a mi deseo
pues me deben la vida mis engaños
yespero el mal que paso y no le creo.
La enfermedad del tiempo.
Falleció César, fortunado y fuerte;
ignoran la piedad y el escarmiento
señas de su gloriosomonumento:
porque también para el sepulcro hay muerte.
Muere la vida y de la misma suerte
muere el entierro rico y opulento;
la hora, con oculto movimiento,aun calla el grito que la fama vierte.
Devanan sol y luna, noche y día,
del mundo la robusta vida, ¡y lloras
las advertencias que la edad te envía!
Risueñaenfermedad son las auroras;
lima de la salud es su alegría.
Lica, sepultureros son las horas.
Todas las cosas avisan de la muerte.
Miré los muros de lapatria mía
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo, vi que el sol bebía
losarroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que amancillada
de anciana habitaciónera despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte;
vencida de la edad sentí mi espada
y no hallé cosa en que poner mis ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
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