Sor juana y quevedo, dos posturas ante el amor

SOR JUANA Y QUEVEDO:
DOS POSTURAS ANTE EL AMOR

Ana Gabriela Vázquez Martínez

Durante los siglos XVI y XVII el tema del amor es tratado ampliamente en la literatura española; la tradición del amor cortés da un giro importante, ya que el amante adopta una nueva postura frente a la veneración y sumisión que debía a su dama, para encarar con otra perspectiva el amor que siente hacia ella. Noobstante, considero extremadamente ambicioso pretender aplicar esta propuesta a toda la lírica española producida durante los Siglos de Oro; por tal motivo he decidido orientar el presente análisis rumbo a dos enfoques acerca del amor; por un lado Francisco de Quevedo, poeta español que “ejemplifica la tradición cortés del amor doliente [y] la transforma… en algo real y vigente”[1]; por otro, SorJuana Inés de la Cruz, Décima Musa de la Nueva España, que logra erguirse de entre el dominio puramente masculino dedicado a la lírica en lengua española, para permitirnos ver a “una mujer que re-inventa la poesía… que lo mismo canta en voz masculina como trovador doliente de amor cortés, que, con voz de sexo no definido...”[2]
El soneto 165 de Sor Juana: Detente sombra de mi bienesquivo, y el soneto 358 de Quevedo: A fugitivas sombras doy abrazos; guardan una estrecha correspondencia temática; ambas composiciones aluden a un(a) amante fugitivo(a) que después de enamorar al yo lírico, se escabulle entre sueños, sombras o ficciones. Este no es un tema ajeno al siglo XVII, porque según Carlos Blanco Aguinaga: “todo lo que persigue el hombre en el siglo, es sombra, sueños en queha de cansarse el alma en tanto no reconozca su engaño.”[3] A pesar de que ambos sonetos tienen una temática casi idéntica, la forma en que Sor Juana y Quevedo abordan el asunto es muy distinta; ya desde este punto es posible mirar que cada poema ha de desembocar en sendas opuestas que describen posiciones divergentes acerca del amor.
Tanto el yo poético de Sor Juana como el de Quevedointenta poner remedio al engaño de amor en que se encuentra sumido, cada uno sigue un camino diferente mediante el cual construye “válvulas de escape para sus penas de amor”.[4] La voz poética de Quevedo, utiliza el sueño que “es tradicionalmente uno de los mecanismos mediante el cual el enamorado halla consuelo para sus penas en la fantasía del amor carnal con su dama.”[5] Por su parte, el yo líricode Sor Juana se vale del aprisionamiento de la imagen del amado, de tal suerte que “el detente no va dirigido al amado, sino a su sombra, a al imagen que ‘hechiza’ al poeta. La persona amada es, así, realmente, bella ilusión, dulce ficción.”[6]
El medio a través del cual el yo lírico de Quevedo intenta realizar un acercamiento con su amada, es el sueño; desde este espacio onírico lucha conla mujer, intentándola asir mientras ella fugitiva huye de sus brazos:
A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.[7]
Primeramente se debe notar que la voz poética no se dirige directamente al objeto del deseo, sinoque habla en tercera persona; parece que el amante sólo se limita a elaborar un recuento de las experiencias oníricas que intenta consumar con su amada fugitiva. Este alejamiento entre el yo lírico y la mujer deseada, marca cierta distancia entre ambos, la cual facilita la huida de ella y el dolor desgarrador del enamorado. En este primer cuarteto, la amada no es sólo la representación de “fugitivassombras” pues adquiere la figura de un “trasgo”; de tal manera que “el sentido emocional y psicológico que resulta de la falta de consumación del deseo alcanza tal vehemencia que le hace concebir a la amada como un “trasgo” a quien no logra atrapar aunque lo tiene a su alcance”.[8] Este duendecillo burlón y escurridizo, atormenta con su ágil partida al hombre enamorado.
Es interesante...