Sotano

Páginas: 13 (3113 palabras) Publicado: 29 de abril de 2015
Julio Ramón Ribeyro

Espumante en el sótano

Introducción:
Perteneciente al volumen El próximo mes me nivelo (Lima, 1972), de contenido
heterogéneo. Al lado de relatos de inspiración autobiográfica, aparecen otros como
“Espumante en el sótano”, con esa característica atmósfera ribeyriana, entre dolorosa y
ridícula: espumante en vez de champán, celebración frustrada, reconocimiento que se muda
enhumillación; en fin, realidad perversa y sin grandeza. (Espumante es americanismo:
Vino efervescente, parecido al champaña, generalmente de sabor dulce.)
Espumante en el sótano:

Aníbal se detuvo un momento ante la fachada del Ministerio de Educación y contempló,
conmovido, los veintidós pisos de ese edificio de concreto {Americ. , hormigón armado.
Nota del libro} y vidrio. Los ómnibus que pasabanrugiendo por la avenida Abancay le
impidieron hacer la menos invocación nostálgica y, limitándose a emitir un suspiro, penetró
rápidamente por la puerta principal.
A pesar de ser las nueve y media de la mañana, el gran hall de la entrada estaba atestado de
gente que hacía cola delante de los ascensores. Aníbal cruzó el tumulto, tomó un pasadizo
lateral, y en lugar de coger alguna de las escalerasque daban a las luminosas oficinas de los
altos, desapareció por una especie de escotilla que comunicaba al sótano.
-

¡Ya llegó el hombre! – exclamó, entrando en una habitación cuadrangular, donde tres
empleados se dedicaban a clasificar documentos. Pero ni Rojas ni Pinilla ni Calmet
levantaron la cara.

-

¿Sabes lo que es el occipucio? – Preguntaba Rojas.

-

¿Occipucio? Tu madre, por si acaso– Respondió Calmet.

-

Gentuza – dijo Aníbal -. No saben ni saludar.

Solo en ese momento sus tres colegas se percataron que Aníbal Hernández llevaba un termo
azul cruzado, un paquete en la mano derecha y dos botellas envueltas en papel celofán,
apretadas contra el corazón.
-

Mira, se nos vuelve a casar el viejo – dijo Pinilla.

-

Yo diría que es su santo – agregó Rojas.

-

Nada de eso –protestó Aníbal -. Óiganlo bien: hoy, primero de abril, cumplo
veinticinco años en el Ministerio.

-

¿Veinticinco años? Ya debes ir pensando en jubilarte – dijo Calmet -. Pero la jubilación
completa. La del cajón con cuatro cintas.

-

Más respeto – dijo Aníbal -.Mi padre me enseñó a entrar en palacio y en choza. Tengo
boca para todo gentuza.

La puerta se abrió en ese momento y por las escalerasdescendió un hombre canoso, con
anteojos.
-

¿Están listas las copias? El secretario del Ministerio las necesita para las diez.

-

Buenos días, señor Gómez – dijeron los empleados -. Allí se las hemos dejado al señor
Hernández para que las empareje.

Aníbal se acercó al recién llegado, haciéndole una reverencia.
-

Señor Gómez, sería para mí un honor que usted se dignase hacerse presente...

-

¿Ylas copias?

-

Justamente, las copias, pero sucede que hoy hace exactamente veinticinco años que...

-

Vea, Hernández, hágame antes esas copias y después hablaremos.

Sin decir más, se retiró. Aníbal quedó mirando la puerta mientras sus tres compañeros se
echaban a reír.
-

¿Es verdad entonces? – preguntó Calmet.

-

Es un trabajo urgente, viejo – intervino Pinilla.

-

¿Y cuándo le he corridoyo al trabajo? – se quejó Aníbal -. Si hoy me he retrasado es
por ir a comprar las empanadas y el champán. Todo para invitar a los amigos. Y no
sigas hablando que te pongo la pata de chalina. {Americ. , chal estrecho que usan las
mujeres, Nota del libro}.

Empujando una puerta con el pie, penetró en la habitación contigua, minúsculo reducto
donde apenas cabia una mesa en la cual dejó sus paquetes,junto a la guillotina para cortar
papel. La luz penetraba por una alta ventana que daba a la avenida Abancay. Por ella se
veían durante el día, zapatos, bastas de pantalón, de vez en cuando algún perro que se
detenía ante el tragaluz como para espiar el interior y terminaba por levantar una pata para
mear con dignidad.
-

Siempre lo he dicho – rezongó -. En palacio y en choza. Pero eso sí, el...
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