Soy Carmen Osers

Día 1497 de mi suplicio, un día como cualquier otro, parte de una rutina autodestructiva que iba a acabar conmigo pronto. Aunque los primeros 200 días, o algo así, no fueron tan malos junto a Rob, el resto eran una pesadilla en carne y hueso, una pesadilla cuya realidad había aceptado hace ya mucho tiempo, resignándome a ser fuerte y aguantar, tal y como me había enseñado mi buena madre.

Elmatrimonio nunca es algo fácil, necesita trabajo en equipo más que amor para convertirlo en una institución duradera y fuerte, pero cuando tu esposo (ese que juró amarte, honrarte, respetarte y cuanta palabrería se le ocurra a cualquiera) no te deja trabajar, salir con tus amigas y para mal de males te golpea como si fueras una maldita almohada, tu vida se convierte en una de las más putas en la fazdel maldito planeta y tu matrimonio pasa a ser un pedazo de papel de mierda que nunca debiste firmar. Creo que es mejor que comience desde el maravilloso y preciado momento en el que conocí al “hombre de mis sueños” (¿cuenta Freddy Kreuger?). Además, han de estar ansiosos por oír la historia de una desgraciada.

Todo empezó un día de noviembre, cuando una joven y virginal estudiante de idiomasmodernos caminaba por el campus de su universidad de regreso a casa y al entrar a un café vio a un apuesto hombre en un traje azul marino con una pila de papeles en una mesa, organizando algunos mientras bebía una taza de café. Obviamente la chica era yo y el tipo era Robert, lo deben haber inferido desde la primera línea. Pedí un cappuccino para llevar, con la cara de ese sujeto como unafotografía pegada en mi mente (maldita sea, era tan jodidamente apuesto). Cuando salí del café, decidí que al ver al hombre que me había captivado, dejaría mi estúpida timidez a un lado y lo abordaría, tenía que saber su nombre al menos, aunque para mi sorpresa, él ya no se encontraba sentado en la silla. No obstante, había olvidado una importante pertenencia: su teléfono celular. Encendí la pantalla y viun fondo de pantalla con el logo de la universidad. Caminé hasta la acera y giré mi cabeza hacia cualquier dirección, intentando localizar a un hombre con traje azul marino. Cuando por fin lo encontré, se encontraba a unos treinta metros de donde yo estaba, y así fue como de un momento a otro dejé mi bebida en una mesa y comencé a correr en mi vestido de lana y medias gruesas.

Gritaba cosascomo “Oye, tú” mientras me movía lo más rápido que me permitía mi calzado. Al llegar a su lado, toqué su hombro, él se detuvo, se giró y me dedicó una linda sonrisa. Abrí la boca para explicar la situación pero él lo analizó todo, tomó el teléfono y me abrazó a la vez que me daba las gracias. Creo que ese abrazo fue determinante, su perfume era una droga y lo mantuvo durante al menos dos años más yresultaba igual de embriagador. Al separarse de mi cuerpo, estiró su mano y una gruesa voz, pero suave como el terciopelo, dijo su nombre por primera vez.
-Robert Spare.
-Carmen,- dije yo, tomando su mano a la vez que acomodaba un mechón de mi cabello rojizo detrás de mi oreja. –Carmen Osers.
-Mucho gusto, Carmen.- dijo ampliando su sonrisa.
-¿Me acompañarías de regreso al café? Dejé micapuccino.- no pude evitar mirar al suelo, me sentía un poco intimidada por su mirada.
-¿Qué tal si te invito uno en otro lugar? Conozco un sitio mucho mejor que ese.

Y de esa manera fuimos caminando mientras hablábamos sobre nuestras vidas. Le conté que cursaba tercer semestre de Idiomas Modernos y que vivía sola, porque mi familia vivía a unas tres horas de ahí. Por otra parte, él estaba en elúltimo semestre de Economía y formaba parte del consejo de estudiantes. Entre anécdotas graciosas y temas un poco más profundos, estuvimos hablando hasta las 10 de la noche, cuando el local cerró. El me acompañó caminando hasta la residencia donde vivía con otra chica que también estudiaba conmigo, que en ese entonces era mi mejor amiga antes de que Rob me alejara de ella.

Al llegar a la...