Soy un panda

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nnnnnnnnnnnnnnnnnnnnEl inspector George Moore se levantó de la mesa, emitiendo un leve quejido al moverse por primera vez en toda la mañana. Había estado sentado allí durante más de tres horas, acabando con el papeleo propio de su cargo. Soltando un suspiro, decidió tomarun café para animarse un poco, aunque en esos momentos lo que le apetecía era dormir.
Cogió su taza favorita, en la que se leían las palabras “Me encanta Londres”. Ni siquiera el mismo inspector Moore sabía por qué esa taza era su favorita. Cualquier otro recipiente con la misma forma le habría pegado mucho más, ya que al inspector Moore no “le encantaba Londres”. De hecho, eran constantes susquejas sobre la ciudad, ya fuera por ruido, niebla, número excesivo de turistas o por el índice de criminalidad. Sin embargo, un día había descubierto esa taza, y desde entonces no había bebido de ninguna otra.
Moore se acercó a la máquina de café, situada en el pasillo a unos quince metros de su despacho. La comisaría era bastante grande, pero desperdiciaba espacio en un sinfín de despachosminúsculos, “para que todos los integrantes del cuerpo puedan tener su propio despacho”, según el alcalde. Moore resopló. Imbécil. Un policía de Londres no necesitaba ningún despacho, su lugar estaba en la calle. Él era inspector, por lo que era un caso distinto, pero aún así… tener tantos despachos era desaprovechar espacio, y encima los pasillos eran sinuosos a más no poder. Resultado: quejasgenerales de todos los que trabajaban en esa comisaría y quince metros hasta la máquina de café. A Moore le molestaba mucho más lo segundo, pero lo primero le daba fuerza a sus argumentos.
Por fin, Moore llegó a la máquina de café. Metió un par de monedas, pulsó un par de botones y la máquina empezó a funcionar, llenando un vaso de plástico con el café. Mientras se llenaba, Moore se apoyó en lamáquina y cerró los ojos. La noche anterior, su hijo pequeño se había leído una novela de misterio por primera vez, y todo ilusionado, le había preguntado si él hacía lo mismo en su trabajo. Moore sonrió. Qué inocente era el pequeño. En su trabajo no había nada parecido a lo que sale en las novelas de misterio. Sí que investigaba asesinatos, pero siempre desde su mesa, comparando pruebas e interrogandosospechosos. A veces iba a la escena del crimen, pero nunca había pistas ocultas ni señales que declarasen quién era el asesino. Siempre se acababa pillando al culpable por confesión, huellas digitales o muestras de ADN, y estas dos últimas se comprobaban en el laboratorio.
La máquina dejó de vibrar y se paró. Moore cogió el vaso de plástico, y sin mirarlo siquiera, vertió el café en su taza.Miró el resultado, frunciendo el ceño. El vaso de plástico había estado completamente lleno, peor su taza estaba por la mitad. Suspirando, metió otro par de monedas y seleccionó el mismo tipo de café. La máquina volvió a funcionar. Qué rácanos eran los que hacían estas máquinas, casi no salía café. Aunque quizá era porque su taza de “Me encanta Londres” era muy grande. Sí, a lo mejor esa taza legustaba por ese detalle: era muy grande.
La máquina volvió a pararse. Moore cogió el nuevo vaso de plástico y vertió de nuevo su contenido en su taza. Esta vez sí, pensó Moore afirmando con la cabeza para sí mismo. Ahora la taza estaba llena.
Volvió a su despacho mientras soplaba al café para enfriarlo. Al entrar, vio que había alguien esperándole.
-Moore, le estaba esperando. –le dijo el hombreque había entrado en su despacho si permiso. Era nada más y nada menos que Richard Welton, el policía con más experiencia de la comisaría. Él y Moore solían salir a tomar unas copas juntos después del trabajo. El hecho de que estuviera en su despacho sólo podía significar una cosa…
-¿Nuevo caso? –Preguntó Moore hastiado. –¿Me puedes dar un informe?
-No es tan sencillo –respondió Welton,...