Spanish
- Léelo. Creo que es el mejor relato que he escrito en mi vida.
Traía el pelo en un tumulto, la respiración violentada, y en los ojos esa efervescencia rojiza que tiñe la mirada de los dementes y los borrachos.Yo no sabía si clasificar a Dedé dentro del grupo de los locos o los borrachos. De lo que estaba seguro es de que era un cabrón, ya fuera un loco cabrón o un borracho cabrón. Busqué incrédulo la posición de las agujas del reloj de pared. Eran las siete.
- Son las siete- le dije.- No las diecinueve, sino las siete a eme, Dedé. Las siete de la mañana.
-¿De verdad? Lo siento, chico- mintió.-Tienes que leer esto.
A esta hora no hay ningún vecino despierto, pensé. Además, si le doy con el jarrón un golpe seco a la altura de la nuca tal vez no tenga oportunidad de gritar. No se enterará nadie. ¡Pumba!. Ni él mismo se dará cuenta. No sufrirá. Visto y no visto. Ahora estoy vivo, ahora se acabó. ¡Hay que joderse, lo que es la vida! Puedo meterlo debajo del sillón e ir sacándolo a trocitosen bolsas de la basura como hacen en las películas. Hoy un brazo. Mañana el otro. Pasado una pierna. Pasarán varios meses antes de que noten su desaparición. ¿Quién iba a echarle de menos? ¿Quién echaría de menos a un tipo que es capaz de despertar a su mejor amigo a las siete de la mañana?
-¿Sabes a qué hora me he acostado? Hace un rato. A las tres y media.
- Perdona hombre, yo no sabía queera tan temprano. Creía que era más tarde, las diez o así... Además, deberías de llevar un ritmo de vida distinto, como las personas normales. Pareces un vampiro. Si te levantas a mediodía no te cunde...
- Ahora mismo no tengo la cabeza para sabihondeces baratas, Dedé- le interrumpí.
- Pues será mejor que te vayas despejando porque esto requiere una importante lucidez mental- me recomendóagitando las hojas.
- Está bien, está bien, don Modesto- le dije.- Permítame su excelencia Intelectualidad que me tome primero un café. Aunque no se me note estoy de muy mala uva y es por tu culpa. Hasta se me ha ocurrido que podría matarte y nadie se enteraría.
-¿En serio que lo has pensado?
- Sí, con eso –apunté hacia el jarrón.
-¡Qué chapucero! Además, tú no sirves para asesino. Teacosarían unos remordimientos atroces, como a ese del cuento de Poe, y empezarías a perder la cabeza cuando vieras el aspecto astroso de mi fantasma pululando por todas partes, porque ten seguro que te me aparecería. Así que no ibas a reunir el valor suficiente para soportar la acusación atronadora de mi corazón emparedado y acabarías confesándolo todo, sin darte cuenta de que los fantasmas noexisten y de que los corazones no hablan.
- Lo cierto es que no esperaba emparedarte. Te iba a hacer mijitas.
- ¿Y destrozar tu maravilloso parqué?- sonrió con retintín.- ¡Sí, hombre, sí! Y luego les pegarías fuego a los libros y a los compactos de Sabina. En fin, tómate ese café a ver si entras en razón. Y de paso ponme a mí otro. Todavía no he desayunado.
- Es increíble la jeta que...
Regístrate para leer el documento completo.