Su majestad "El Periche"!

SU MAJESTAD, EL PERICHE

Walter Chávez Sánchez.

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A Dajalma Yépez,

por amigo y porque me ayudó a escribir esta historia

Tenía exactamente diez años, la tarde era polvorienta como todas las tardes en Tembladera. El
“Toro” Toribio Yépez - en cuya casa mi madre había alquilado un cuarto pequeñito - me llevó al
Estadio. “Sobrino, esta tarde te invito al estadio, anda y pídele a tumamá pa’ las entradas”. Ante
semejante invitación, no pude sino almorzar rápido, mojarme un poco el pelo, sacarme el polo
agujereado y ponerme mi única camisa, y salir corriendo, “antes de que se desanime y me deje”…
Al principio, el Toro parecía enojado, no me decía nada, caminaba rápido y agachado (después me
enteraría que su hermano mayor Don Genaro, le había puesto de apodo “Toro”,justamente por ese
detalle), “con su pelo crespo crespo” y su polo granate, desmayado por el sol, hasta que no pudo
más y explotó. No hablaba conmigo, sino con alguien invisible, con alguien que, evidentemente, no
le caía bien, al menos eso pensé:
--Lo quiero ver al negro de mierda ese, si hace lo mismo cuando juegue con nosotros.
Me animé a preguntarle --¿Cuál negro?...
--¡El negro Periche!, pues,¿acaso no has escuchado?
Y ahí por primera vez escuché su nombre. La segunda vez fue cuando entramos al Armando
Revoredo, con el partido empezado… y con el Huracán arreciando, rotundo y verde, como si fueran
diez loros revoloteando… El partido había alcanzado un patrón casi fijo: ahí donde aparecían
pequeñas polvaredas, era seguro que tres o cuatro contrarios corrían tras el negro Periche,tratando

de despojarlo del balón pero él se las arreglaba para gambetearlos a todos y arrancar comentarios
sorpresivos de la gente agolpada en el malecón… “¡¡¡Mierda!!! Los cagó el negro”…
Por suerte, nos paramos al lado de un viejo regordete –al menos así lo recuerdo– y entonces volví a
escuchar su nombre… A pesar de tanta maravilla, los goles no llegaban y don Cobián empezó a
vociferar,como si fuera un narrador, igualito a lo que leí un día en un texto de Lobo Antúnez: “No
pues, no. Cómo va a hacer el negro eso, miren se está enredando solito con la pelota, en vano lo
lleva hasta el corner... no pues, ya le van a quitar, ya lo rodearon cuatro, que negro de mierda este,
no... Así no se juega el fútbol, miren ya lo perdió... ¡¡¡no, no, pero que hizo; fíjate!!!! Chuccha... gol dePeriche, gooooool de Periche!!!".
Así fue que se me pegó para siempre en los ojos sus piernas arqueadas, su african look, tipo Money
M y su jeta negra, negra. En la cancha hacía que lo fácil sea difícil y lo imposible lo transformaba en
gol... y para peor, por lo menos aquella vez, no levantó las manos ni saltó ni gritó gooool, sino que
regresó caminando hacia el centro, escupiendo el polvodel cascajo y moviendo las piernas chuecas,
a un lado y al otro, como si estuviera pateando piedritas.
Aquellos tiempos, mi madre todavía me leía Las mil y una noches, pero después de verlo jugar esa
primera vez ya nadie me pudo quitar la idea de que el negro Periche contaba historias más bonitas
con sus pies…
Fue casi de inmediato que nosotros, los niños de entonces, empezamos a rompernos lacabeza, las
canillas y los tobillos en las orillas del río, en esos bancos de arena que deja nuestro Jequetepeque
en los meses de enero a marzo, tratando de ensayar las magias del Periche. Bueno, por mucho que
movíamos el culo y la cintura, todo esfuerzo era vano. Digo esto de mover el culo, porque después
de un fracaso y otro y de los goles y las chalacas que no llegaban, el "Pimo Serano"(Juan Dávalos)
por fin nos liberó de los ensayos y dictaminó que nunca jugaríamos como el negro porque había
llegado a darse cuenta de que los goles de Periche no tenían que ver con la manera en que éste
manejaba la pelota con los pies, sino con la forma como movía el culo antes de patear…
Esta certeza me la confirmó el otro día --36 años después-- el “Papayo Macho” (Carlos Díaz
Castillo):...