Sue os de don bosco

Páginas: 11 (2579 palabras) Publicado: 10 de marzo de 2015
Sueños de don bosco
1.Sacerdote y sastre 1834 (MB. 1, 310).
Cuando yo era joven soñé que había llegado a ser sacerdote y que revestido con los ornamentos sacerdotales trabajaba como sastre. Pero que no me dedicaba a coser telas nuevas sino a remendar vestidos ya rotos.
Con este sueño le informó el Cielo que su oficio como educador sería no sólo dedicarse a perfeccionar jovencitos ya santos,sino sobre todo a recoger muchachos problemáticos y llenos de defectos y de vicios y hacerlos buenos cristianos y honrados ciudadanos.
Uno de sus más famosos alumnos (Santo Domingo Savio) le dirá más tarde: “Don Bosco: sea Usted el sastre. Yo seré la tela. Haga con mi vida un buen vestido de santidad para Nuestro Señor”. Y así sucedió.
2. . El sueño del rosal 1847 (MB. 3,37-39).
“Un día del año1847, después de haber meditado acerca de la manera de hacer el bien a la juventud, se me apareció la Reina del Cielo y me llevó a un jardín encantador. Había un largo pasadizo lleno de rosas. Enredaderas cargadas de hojas y de flores envolvían y adornaban las columnas, trepando hacia arriba, y se entrecruzaban formando un gracioso toldo.
Después del pasadizo había un camino hermoso sobre el cual, atodo el alcance de la mirada, se extendía un jardín colgante encantador, rodeado y cubierto de maravillosos rosales en plena floración. Todo el suelo estaba cubierto de rosas. La bienaventurada Virgen María me dijo: – Quítate los zapatos.
Y cuando me los hube quitado, agregó: – Échate a andar bajo el jardín colgante: es el camino que debes seguir.
Me gustó quitarme los zapatos: me hubiera dadolástima pisar aquellas rosas tan hermosas. Empecé a andar y advertí enseguida que las rosas escondían agudísimas espinas que hacían sangrar mis pies. Así que me tuve que detener a los pocos pasos y volverme atrás.
- Aquí hacen falta los zapatos – dije a mi guía – – Ciertamente – me respondió – hacen falta buenos zapatos.
Me calcé y me puse de nuevo en camino con cierto número de compañeros queaparecieron en aquel momento, pidiendo caminar conmigo.
Ellos me seguían bajo el jardín colgante, que era de una hermosura increíble. Pero, según avanzábamos, el pasadizo se hacia más estrecho y bajo. Colgaban muchas ramas de lo alto y volvían a levantarse como estacas afiladas; otras caían perpendicularmente sobre el camino. De los troncos de los rosales salían ramas que, avanzaban horizontalmente de acápara allá; otras, formando un tupido cercado, invadían una parte del camino; algunas colgaban a poca altura del suelo.
Todas estaban cubiertas de rosas y yo no veía más que rosas por todas partes: rosas por encima, rosas a los lados, rosas bajo mis pies. Yo, aunque experimentaba agudos dolores en los pies y hacía contorsiones, tocaba las rosas de una u otra parte y sentí que todavía había espinasmás punzantes escondidas por debajo. Pero seguí caminando. Mis pies se enredaban en los mismos ramos extendidos por el suelo y se llenaban de rasguños; movía un ramo transversal, que me impedía el paso, o me agachaba para esquivarlo y me pinchaba, me sangraban las manos y toda mi persona. Todas las rosas escondían una enorme cantidad de espinas. A pesar de todo, animado por la Virgen, proseguí micamino. De vez en cuando, sin embargo, recibía pinchazos más punzantes que me producían dolores muy agudos.
Los que me miraban, y eran muchísimos, y me veían caminar bajo aquel jardín colgante, decían: “Don Bosco marcha siempre entre rosas! ¡En todo le va bien!”. No veían cómo las espinas herían mi pobre cuerpo.
Muchos seminaristas, sacerdotes, seglares, invitados por mí, se habían dedicado aseguirme alegres, por la belleza de las flores; pero al darse cuenta de que habían que caminar sobre las espinas y que éstas pinchaban por todas partes, empezaron a gritar: “¡Nos hemos equivocado!”.
Yo les respondí: – El que quiera caminar deliciosamente sobre rosas, sin sufrir nada, vuélvase atrás y síganme los demás.
Muchos se volvieron atrás. Después de un buen trecho de camino, me volví para...
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