Suicidio: ¿Nuestro Amigo Incondicional?

Páginas: 5 (1092 palabras) Publicado: 27 de noviembre de 2014
Mal que bien, el suicidio está presente en casi todas las profesiones, en casi todos los oficios. Es mentira que los poetas se suiciden más (ojalá fuera cierto ese adagio, de modo que no hubiera tanto mal poeta), que los escritores tengan en el suicidio a su mejor confidente. Se suicidó Alexander McQueen porque no pudo soportar la muerte de su madre; se colgó con una bufanda esa pitonisa de lamoda llamada L’Wren Scott, la pareja en los últimos diez años del rockero Mick Jagger.

Se suicidó Kurt Cobain y posiblemente lo hizo Janis Joplin. Se suicidó Allende, cuando los aviones del fascismo bombardearon el Palacio de La Moneda. Se suicidó Ángel Leto, el personaje de Juan José Saer, masticando una pastilla de cianuro, al ser descubierto por los comandos de policía que hacía tiempo lovenían siguiendo. Con ese mismo método, ágil y conciso, Horacio Quiroga se quitó la vida, pero en vez de una píldora para masticar, prefirió beberse una copita de cianuro. Lugones, sin embargo, decidió ligar el cianuro con whisky. La poeta María Mercedes Carranza agregó al whisky un coctel de píldoras antidepresivas. De modo que el suicidio ocurre a personajes de la vida real y de ficción, y a veceslos escritores escudan su impulso trasladándolo a uno de sus personajes. En tal sentido, el que más epígonos ha tenido es el joven Werther de Goethe.

Hay que confesar que el pensamiento del suicidio da cierta libertad, cierta tranquilidad. Camus lo consideró el verdadero problema de la filosofía. Heidegger, por su parte, definió al hombre como el único ser que reflexiona sobre su propio ser ysobre el ser en general, ser-ahí (Dasein), pero quizá esta reflexión está abocada al silencio. El ser-ahí se interroga mediante el lenguaje, y quizá el silencio sea la manera que encuentra el suicida para resolver la contradicción de su ser auténtico y su presencia en el mundo. “El suicidio —escribió Martin Amis en la novela El tren de la noche— es un problema entre la mente y el cuerpo que finalizaviolentamente sin ningún ganador”.

Me gustan los suicidas anónimos, esos que en la soledad de su cuarto se cuelgan de una viga, mientras en las otras habitaciones duermen. Hay una vena poética en esos hombres que alquilan un cuarto de hotel —como Pavese— para dar rienda suelta a su suicidio. Percibo en el cálculo de su acción cierta meticulosidad que ninguna obra de arte tiene.

Pero así comohay infinitud de suicidios, también son infinitos los motivos, aunque casi siempre algunos se repiten vulgarizando el procedimiento: el desengaño amoroso, la ruina económica, la enfermedad terminal. El verdadero suicida es aquel que se suicida no porque le hayan ocurrido tales desmanes, sino justamente para prevenir que le ocurran. Es un suicidio contra el futuro, no contra el pasado y menoscontra el presente. Quizás el suicidio de Andrés Caicedo transite esa senda, que algunos llaman atormentada. Andrés Caicedo se tragó sesenta pastillas de Seconal casi de un solo puñado. Alejandra Pizarnik, cinco años antes que él, ya había hecho lo mismo, sólo que disminuyó un poco la dosis, evitando no en broma posibles efectos secundarios.

Hablar de suicidio y no mencionar a un japonés es como nohablar de ello. Yendo a contravía de la antonomasia, están los casos de los escritores Yukio Mishima y Yasunari Kawabata. Es de todos conocida la muerte de Mishima. Kabawata, en cambio, decidió irse de este mundo de manera menos espectacular y amarillista, abriendo tan sólo en la cocina de su casa la llave del gas. Sylvia Plath acudió a ese mismo método indoloro.

Paul Lafargue dejó una cartaantes de matarse junto a su mujer, Laura Marx —la segunda hija de Carlos Marx—, porque no soportaba llegar a la vejez. Acababa de cumplir sesenta y nueve años. En compañía de sus mujeres también lo hicieron Stefan Zweig, Arthur Koestler y el poeta Heinrich von Kleist. Se dice que Kleist, saltando de novia en novia, no hizo otra cosa en su vida sino buscar a la mujer que pudiera acompañarlo en...
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