Técnicas De Investigación
Permítanme que me suba a la máquina del tiempo y me sitúe en la Atenas de hace 25 siglos (exactamente en la primavera del 415 AC) y atienda a lo que se representa en el escenario de un teatro abarrotado de ciudadanos. Se trata de una tragedia de un autor muy apreciado, Eurípides, y lo que en ella se escucha es uno de los gritosde dolor más conmovedor de la historia de los lamentos humanos. Dice así:
(VW~SLGR HO PRUWDO TXH SURVSHUDQGR FUHH TXH OD YLGD WLHQH VyOLGRV DSR\RV SXHV HO FXUVR GH QXHVWUD IRUWXQD HV HO VDOWDU DWRORQGUDGR GHO GHPHQWH \ QXQFD QDGLH HV IHOL] SDUD VLHPSUH (Eurípides, /DV 7UR\DQDV, 1203 ss).
Quien así se lamenta y advierte, quien así se queja del sinsentido del mundo, de la destrucción sinlímite, de la caída de lo que todos y ella misma consideraban sólido e inconmovible, es Hécuba, viuda ya de Príamo y testigo de la destrucción de Troya, su ciudad; una madre doliente que asiste al asesinato de sus hijos y a la esclavización de sus hijas. Su mundo humano se ha derrumbado y, al poco de este lamento, la ciudad de Troya arde en llamas y caen sus altas torres.
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Tal es el dramaque se representaba en Atenas hace más de 25 siglos y tales las palabras que traducían el dolor de los humanos ante la insensata destrucción que la violencia guerrera produce.
Volvamos rápidamente con la máquina del tiempo a la actualidad o, más bien, a un tiempo muy cercano: el 11 de septiembre del año pasado. El que esto cuenta está viendo la TV, arrastrado por una pasión nada intelectual:asistir en directo a la retransmisión de una etapa de la Vuelta ciclista a España. Como al hilo de reflexiones, siempre obvias y de escasos vuelos, sobre el desarrollo de la misma, uno de los comentaristas dice: “¡Qué demasiado lo que ocurre en Nueva York!”. No se comenta nada más. Me inquieto y me pongo a cambiar de canal y doy con la CNN: la pantalla me muestra en directo las torres gemelas consus respectivos penachos de humo. Ciertamente el periodista deportivo tenía razón: es demasiado, aunque se me ocurre que un comentario así muestra la estupidez de nuestro tiempo o tal vez –siendo más benévolo- su economía expresiva. A partir de ese momento, me quedo pegado a la TV. Los comentaristas del evento no están especialmente inspirados y caracolean repitiendo lo obvio: que las torres estánen llamas y que son los rascacielos más altos de la ciudad de Nueva York. Poco más pueden decir, pues tampoco saben a ciencia cierta lo que está pasando y no aciertan a dar con el culpable o la significación de la catástrofe. Pasa el tiempo y, como muestran las imágenes que se exhiben a cámara lenta del choque de un avión con la segunda torre, acaban apareciendo evidencias de la 2
existencia deun atentado. La cosa ya está más clara: estamos ante un tremendo atentado terrorista. Con todo, los acontecimientos se precipitan: mientras el locutor está comentando trivialidades sin cuento, una de las torres se derrumba. Al poco cae la segunda, levantando una inmensa nube de polvo. El dramón parece completo. Como las de la opulenta Troya, las torres de Nueva York se han derrumbado entre elfuego y el polvo.
Me dirán que por qué les cuento esto que todo el mundo ha visto y conoce. Respondo: lo cuento para recordar imágenes y para volver a vivir mi estupor de entonces. Ciertamente era estupor ante lo que estaba viendo, pero lo fue aun mayor ante el comentario del dinámico y elocuente periodista tras la caída de la segunda torre. El comentario fue exactamente el que sigue: “Señores,ahora el rascacielos más alto de Nueva York vuelve a ser el Empire State Building”. No me lo invento: fue literal. El periodista mostraba lo que el acontecimiento le significaba inmediatamente y, falto sin duda de referencias euripidianas o de cualquier recurso cultural más adecuado, no se le ocurrió vivir el momento más que en términos de libro Guiness de los Records, significando así que el...
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