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arrancado. El primero de la fila de en medio está parado, tendrá un
problema mecánico, se le habrá soltado el cable del acelerador, o se
le agarrotó la palanca de la caja de velocidades, o una avería en el
sistema hidráulico, un bloqueo de frenos, un fallo en el circuito
eléctrico, a no ser que, simplemente, se haya quedado singasolina,
no sería la primera vez que esto ocurre. El nuevo grupo de peatones
que se está formando en las aceras ve al conductor inmovilizado
braceando tras el parabrisas mientras los de los coches de atrás tocan
frenéticos el claxon. Algunos conductores han saltado ya a la calzada,
dispuestos a empujar al automóvil averiado hacia donde no moleste.
Golpean impacientemente los cristales cerrados.El hombre que está
dentro vuelve hacia ellos la cabeza, hacia un lado, hacia el otro, se ve
que grita algo, por los movimientos de la boca se nota que repite una
palabra, una no, dos, así es realmente, como sabremos cuando
alguien, al fin, logre abrir una puerta, Estoy ciego.
Nadie lo diría. A primera vista, los ojos del hombre parecen
sanos, el iris se presenta nítido, luminoso, laesclerótica blanca,
compacta como porcelana. Los párpados muy abiertos, la piel de la
cara crispada, las cejas, repentinamente revueltas, todo eso que
cualquiera puede comprobar, son trastornos de la angustia. En un mo-
4vimiento rápido, lo que estaba a la vista desapareció tras los puños
cerrados del hombre, como si aún quisiera retener en el interior del
cerebro la última imagen recogida, una luzroja, redonda, en un
semáforo. Estoy ciego, estoy ciego, repetía con desesperación
mientras le ayudaban a salir del coche, y las lágrimas, al brotar,
tornaron más brillantes los ojos que él decía que estaban muertos.
Eso se pasa, ya verá, eso se pasa enseguida, a veces son nervios,
dijo una mujer. El semáforo había cambiado de color, algunos
transeúntes curiosos se acercaban al grupo, y losconductores, allá
atrás, que no sabían lo que estaba ocurriendo, protestaban contra lo
que creían un accidente de tráfico vulgar, un faro roto, un
guardabarros abollado, nada que justificara tanta confusión. Llamen a
la policía, gritaban, saquen eso de ahí. El ciego imploraba, Por favor,
que alguien me lleve a casa. La mujer que había hablado de nervios
opinó que deberían llamar a unaambulancia, llevar a aquel pobre
hombre al hospital, pero el ciego dijo que no, que no quería tanto, sólo
quería que lo acompañaran hasta la puerta de la casa donde vivía,
Está ahí al lado, me harían un gran favor, Y el coche, preguntó una
voz. Otra voz respondió, La llave está ahí, en su sitio, podemos
aparcarlo en la acera. No es necesario, intervino una tercera voz, yo
conduciré el coche yllevo a este señor a su casa. Se oyeron
murmullos de aprobación. El ciego notó que lo agarraban por el brazo,
Venga, venga conmigo, decía la misma voz. Lo ayudaron a sentarse
en el asiento de al lado del conductor, le abrocharon el cinturón de
seguridad. No veo, no veo, murmuraba el hombre llorando, Dígame
dónde vive, pidió el otro. Por las ventanillas del coche acechaban
caras voraces, golosasde la novedad. El ciego alzó las manos ante
los ojos, las movió, Nada, es como si estuviera en medio de una
niebla espesa, es como si hubiera caído en un mar de leche, Pero la
ceguera no es así, dijo el otro, la ceguera dicen que es negra, Pues yo
lo veo todo blanco, A lo mejor tiene razón la mujer, será cosa de
nervios, los nervios son el diablo, Yo sé muy bien lo que es esto, unadesgracia, sí, una desgracia, Dígame dónde vive, por favor, al mismo
tiempo se oyó que el motor se ponía en marcha. Balbuceando, como
si la falta de visión hubiera debilitado su memoria, el ciego dio una
dirección, luego dijo, No sé cómo voy a agradecérselo, y el otro
respondió, Nada, hombre, no tiene importancia, hoy por ti, mañana
por mí, nadie sabe lo que le espera, Tiene razón, quién me iba a...
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