Tantas razones para decirte que no Sara Tessa

Páginas: 358 (89253 palabras) Publicado: 16 de septiembre de 2015
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Índice

Portadilla
Índice
Dedicatoria
Volver a empezar
Obsesión previa
La teoría del caos
La verdad es que no le gustas tanto
Insidia
Atracción sexual
Ingenuidad
Objetivos
Compromiso
Volver a empezar de nuevo
Consecuencias
Fiesta del horror
Secretos
Agonía
Al cabo de cierto tiempo

Sobrevivir de verdad. Primera parte
Sobrevivir de verdad. Segunda parteAgradecimientos
Notas
Sobre la autora
Créditos

A Thomas,
siempre y en cualquier caso.
Y a ti, papá, he logrado hacer algo…
Y, por suerte, no puedes leerlo a

Volver a empezar

Próxima

estación, ciudad de Nueva York»,
anunció la voz metálica del altavoz.
Cerré el libro y lo metí en el bolso. Las cinco
cuarenta. En menos de un cuarto de hora iba a
volver a ver a mi hermano después de un año y ya
meatormentaba la idea de tener que enfrentarme
de nuevo a su sonrisa franca y al consabido «Te lo
dije» impreso en su frente.
Como cualquier hermano mayor, tenía la
capacidad de saber en todo momento qué era lo
mejor para mí y siempre había tenido razón sobre
mis elecciones. Equivocadas, desde la época de la
guardería. Por suerte, y pese a mi testarudez, aún
estaba dispuesto a ayudarme. También en esaocasión, la enésima.

Se había ofrecido a alojarme en el garaje de su
propiedad y para el gran regreso había preparado
la habitación que hacía las veces de almacén en la
parte posterior de su oficina. El pacto era que
debía terminar la universidad, y yo había
aceptado. Tener un objetivo que alcanzar me había
parecido una buena forma de volver a empezar.
Una vez más.
Habíamos decidido de común acuerdoque no le
diríamos nada a nuestra madre sobre el precario
camastro en el que iba a dormir a partir de ahora.
Si hubiese sabido dónde me alojaba, se habría
disgustado. Así pues, me había limitado a decirle
que volvía a Nueva York y que viviría en casa de
una antigua compañera de la universidad. Ni mi
hermano ni yo habíamos considerado ni por un
momento que yo volviera a casa de mi antigua
compañera.Habría sido una agonía para las dos y
nos habríamos peleado a diario.
Leí el último mensaje de Paul en el móvil. «Que
te den por culo», escrito con mayúsculas.
Sencillo y directo. Las palabras que ponían

punto final a la enésima relación fallida.
Por él había dejado la universidad cuando me
faltaban pocos exámenes para terminar y me había
mudado a un remoto pueblo de mil habitantes de
Nevada,donde la sequía y la aridez de la tierra
habían horadado mi piel y mi alma. Había pasado
los dos últimos años en la granja de su familia
ordeñando vacas, cuidando cerdos y, sobre todo,
soportando su rudeza y la de su raza. Lo había
conocido en Nueva York en el curso de una cena
en casa de unos amigos. Enseguida me había
parecido un chico sencillo, diría incluso que puro,
sin pájaros en la cabeza eintrovertido en ciertos
momentos. Quizá me había conquistado porque no
participaba de las costumbres de la ciudad. Me
enamoré de él al instante, pero, al igual que el
resto de los hombres que había conocido hasta
entonces, también este formaba parte de la
categoría de los «hechiceros»; me refiero a los que
en un principio te embrujan con la dulzura y la
galantería y luego se transforman en unoscarceleros obsesivos. En el último año no hubo

una sola noche en que sus manos no marcaran mi
piel ni en la que su aliento a alcohol no infectara el
aire que yo respiraba. El problema no era él, sino
yo. Yo, que no me adaptaba, que nunca hacía lo
que correspondía, que no limpiaba bien, que no
respondía como se debía, que lo sacaba de quicio.
Había tomado la decisión de marcharme
después de laenésima bronca. No le había dicho
nada, me había limitado a dejar una nota en la
cama con un contenido idéntico al del mensaje que
acababa de recibir. Después, con la bolsa de la
lavandería y los moratones a cuestas, me había
apresurado a coger el tren. Y ahora estaba allí, de
nuevo en mi ciudad natal.
Al apearme del tren, el frenesí de la multitud,
que mostraba la típica indiferencia neoyorquina,...
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