Tal vez los motivos van cambiando, sin embargo, opino que la migración que se sucede del campo a la ciudad es tan real desde la industrialización, como en este tiempo presente. Es de común vocablo,encontrarnos con “taperas” en las zonas rurales, espacios donde sus ruinas denotan que alguna vez alguien vivió ahí; arboleda de eucaliptus para proteger del viento y dar sombra, algún pozo que dioel suministro de agua junto a alguna bomba oxidada, alguna varilla antigua que ya no está traspasada por un alambrado, escombros de alguna casa que albergó vaya a saber qué historia. Se vanextinguiendo, junto con esta migración, algunas escuelas rurales que han cerrado sus puertas por falta de matrícula quedando también sus edificios “tapera”, otras, a duras penas se mantienen con uno o dosalumnos y rellena su lista con nombres que prometen ser educados alguna vez ahí. Mucho menos podemos hablar de comercios, o del boliche del paraje, éste también es otra tapera, los automóviles hacen quecualquier despensa a unos cuantos kilómetros sea competencia.
En un pasado, la promesa de trabajo, empujados por la parcelación de las tierras; hoy la búsqueda de una mejor calidad de vida,influenciados por la menor necesidad de mano de obra que resuelven las nuevas tecnologías en el campo. De igual manera, el discurso que se ve en la superficie de este accionar, muestra la ciudad comoesperanzadora, como esa idea de progreso, de las oportunidades, de la posibilidad para un mejor desarrollo de vida.
Es que nos encontramos que, cuando las personas se agrupan, las comodidades cotidianas yel desarrollo de la vida se hace más factible. Cuando una comunidad crece, se lo denota de progreso; cuantos más habitantes tienen una ciudad más grande es. La palabra “grande” como magnificante.Los servicios pueden ponerse en funcionamiento para cubrir las necesidades básicas consideradas por el hombre a mayor cantidad de ciudadanos. Así es como la urbe se cubre de energía, de asfalto, de...
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