Tarde De Domingo

Tarde de domingo...

Mi presencia es percibida por un hombre maduro, tan solitario como yo y con algunas copas de más. Me da lástima, me pongo de pié, en el mismo instante en que buscaba acercarse a mi mesa. No le hablé, no deseé empeorar su estado con un sufrimiento agregado de brutal rechazo.

Y sin embargo...
Algunas cosas que suceden, suceden porque deben suceder...
Por que estaría tansólo aquel hombre...? Me pregunté. Qué historia guardaría en aquella mirada triste a la vez que experimentada y dulce...?
Sin pensar demasiado y sin saber el porque, volví sobre mis pasos, regresé a mi mesa, llamé al mozo y pedí otro café. El hombre dubitativo e inseguro se acercó a mi mesa, y respetuosamente me pidió permiso para sentarse.
Accedí no muy cortésmente para no generar falsasexpectativas. Al cabo nada tenía para hacer, pero lo que menos quería aquella fea tarde de invierno era una cita con un desconocido y menos si estaba ebrio.
- Buenas tardes... No deseo molestarla. – Dijo el hombre educadamente.
- Buenas... Mire, sólo me quedaré unos minutos. Tomo el café y me voy al cine.
- Me alegro... Es una linda tarde para ir al cine. – Dijo el hombre con evidente tristeza,mirando a través del vidrio el enloquecido y errático volar de las hojas.
- Usted no va mucho al cine verdad? – Dije como para hablar de algo.
- La verdad no mucho. Sabe? No me gusta ir solo al cine, y lo cierto es que hace años que no tengo con quien ir...
Miré al hombre con más detenimiento. Debió haber sido buen mozo. Cabello encanecido, delgado, de rasgos agradables, con manos que demostrabanuna antigua fortaleza, Ahora se notaba que empezaba a entrar en esa etapa gris y desesperanzada de la vejez.
El hombre aparecía distante y distraído, como si estuviera realizando una tarea monótona y algo aburrida. Si bien era cortés y educado no daba ninguna sensación de interés particular en la charla.
La conversación era poco menos que monosilábica de su parte y aunque tampoco me esmerabademasiado, lo cierto es que era yo quien mantenía aquella tertulia en una mínimo grado de racionabilidad.
Me pregunté en un momento... Qué hago yo aquí sentada con este hombre desconocido, taciturno y apático que casi no habla y que aparenta depresión y pena? Decidí entonces poner punto final a aquel despropósito e irme al cine, que por aburrida que fuera la película, no sería tan deprimente comoaquella patética escena.
- Bueno señor... Ya es la hora. Debo irme. La película pronto comienza y no quiero perder el principio. – Dije conciliadora y de la manera mas gentil que pude, mientras hacía señas al mozo para pagar. El hombre negó con firmeza y mirándome directo a los ojos dijo.
- Deje señora. Yo pagaré la cuenta. La verdad es que hace mucho tiempo que nadie pierde su tiempo hablando unaspalabras conmigo.
Fue una extraña mirada. Llena de dulzura y agradecimiento. Una mirada tierna y franca. Transparente y llena de afecto. Me pareció que sus ojos se humedecían con unas incipientes lágrimas.
La actitud del hombre me enterneció. Sabría Dios que cosa le estaría pasando a ese hombre pero se notaba que algo no estaba bien en su ánimo. Entonces acaricié su mano. Fue un instintomaternal o algo así, como tratando de mitigar el dolor y trasmitir alguna esperanza.
El hombre retiró la mano como si le hubiera quemado aquella mínima caricia.
- Disculpe. – Le dije al ver su actitud.
- Discúlpeme usted señora. – Contestó bajando la mirada.
Entonces me levanté avergonzada y confundida y empecé a ponerme la campera y los guantes. Miré afuera y vi que la tarde se oscurecíarápidamente y unas pesadas nubes negras se alzaban presagiando lluvia. Sólo eso le faltaba a esta triste tarde de domingo.
El hombre se levantó caballerosamente a mi lado y volvió a mirarme a los ojos. Esta vez la mirada había cambiando. Un brillo particular, o mejor, una luz intensa pareció brotar de su mirada.
- Todo irá bien a partir de ahora señora. No se preocupe...
- Gracias por el deseo... Y le...