Tarea
Cindy Barbosa Pérez
De cómo recoger agua en la pila de un barrio en la hoy localidad de Puente Aranda se convirtió para la familia de esta historia en una odisea cotidiana a mediados del siglo pasado. Y en el siglo XXI, en un barrio de Altos de Cazucá, se repite la historia.
Mal de ojo, competencias titánicas
Estimado lector. Sí, usted, que lee estas líneas. A continuaciónencontrará la historia de dos personajes: el primero sobrevivió a un mal de ojo, a las balas perdidas, a la violencia genocida de una mañana de abril de 1948 y a la carga de cuatro gigantes. El segundo vive en la mitad de la loma de Altos de Cazucá y sobrevivió al maltrato, al poder de la calle, a la falta de oportunidades y a algunas maldades.
Cincuenta y siete años después, Raquel sabe queaquella ciudad semirural en la que vivía se transformó. En la memoria quedaron los grandes pastos, las pequeñas quebradas a unos cuantos metros de casa, el camino enmarcado por “cebadales”, las filas eternas del agua, el monopolio de la manguera y la carga de los cuatro gigantes en un particular vehículo de una sola rueda.
¿Cargar cuatro gigantes en un vehículo de una rueda? Suena extraño, pero esasí. En 1953, Raquel tenía apenas ocho años de edad, vivía en un lote en un sector ubicado cerca de lo que hoy se conoce como el barrio Salazar Gómez, para ser exactos sobre la carrera 67 con calle 10. En aquella época los servicios públicos eran precarios: no se contaba con luz ni con agua en las casas y por tal motivo el uso de lámparas Coleman era una necesidad vital.
Tener agua, entonces, erala mayor alegría del día. Tanta, que para obtenerla, las familias del barrio debían estar listas a las primeras horas de la mañana; los niños corrían por los pisos de tierra buscando zapatos, pues los “cebadales” que se debían atravesar para llegar a la pila del agua eran extensos y si se quería evitar accidentes con roedores, lo mejor era estar protegido para evitar infecciones.
Raquel recuerdacon nostalgia el momento en que doña María, su madre, la levantaba y le decía: “El agua, apúrense a ir a la fila, armen los ‘túmbilos’16, corran por la carretilla, llamen a su papá, los Cadena nos van a ganar”. Este era el grito de batalla diario con el que la familia iniciaba la lucha por la vida.
Y sí que era una batalla, y para Raquel más: “Era una batalla poder alzar esos túmbilos, pues erantres veces más grandes que yo; para mí eran como unos gigantes que me iban a devorar si me descuidaba. En ellos venía la manteca que se utilizaba para la cocina; mi mamá los lavaba con agua caliente y los utilizábamos para recoger el agua”, cuenta.
Y fue gracias a la recolección del agua que Raquel empezó a manipular todos los días a estos cuatro gigantes. Ya era una experta en su uso: sabíacuándo se mareaban, cuándo iban a caer, cuándo necesitaban más comida y la alegría que le provocaban a su familia. Como ya era una experta, le alcanzaba a su padre la mejor cabuya y el mejor vehículo para poder transportar a los gigantes. Le alcanzaba a Rocinante, que era como se llamaba la carretilla. Las niñas de la casa le habían puesto este nombre en honor a una palabra que Cecilia, la hermanamayor de Raquel, había aprendido en uno de sus viajes con doña María a las fincas de Las Granjas, cuando iban a lavar la ropa. A Cecilia le gustó esta palabra al escucharla de un sacerdote que iba a darle clase de literatura a uno de los niños de la finca.
Como podían, Raquel y su hermana tomaban a los gigantes, se los daban a su padre, un hombre de 30 años, fuerte, que los subía a Rocinante, losapretaba de tal manera que no había la posibilidad que alguno cayera, y así empezaba la carrera. Raquel recuerda emocionada la escena y comenta: “Era maravilloso ver a mi papá con Rocinante y sus dos niñas, que caminaban a su derecha cuidándolo, entrando en los ‘cebadales’ con el solo objetivo de ir por el agua. Era muy cómico ver cómo los niños corríamos con las carretillas y con los gigantes”....
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